jueves, 13 de noviembre de 2014

OMEGA-3 LA SALUD INMEDIATA - Libro abierto gratuito (Entrega nº 2)

 

PRIMERA PARTE: LOS OMEGA-3


Los Omega-3 y su importancia en nuestro organismo


       Para comprender mejor a los Omega-3 y su importancia real para nuestro organismo, es conveniente conocer, aunque sólo sea superficialmente, sus características y funciones básicas. La información que se resume a continuación, permitirá a los lectores, situarse en el contexto adecuado para entender y aprovechar más eficientemente las explicaciones de este libro.


Conociendo los ácidos grasos y los Omega


       Conjuntamente con las proteínas y lo hidratos de carbono, los lípidos –a los que habitualmente se les llama grasas-, son los tres nutrientes principales que obtenemos de nuestra alimentación. Estos lípidos o grasas, técnicamente suelen dividirse en saponificables o insaponificables, dependiendo de si poseen o no, ácidos grasos en su composición. Pues bien, estos ácidos grasos, debido a su naturaleza lipídica, son utilizados mayormente por nuestro organismo para obtener energía, pero además, son vitales en procesos metabólicos y celulares importantísimos.
       Estos ácidos grasos, que son absorbidos en el intestino, se clasifican principalmente en saturados -que suelen ser sólidos a temperatura ambiente si su cadena de átomos es larga-, o insaturados -que suelen ser líquidos a temperatura ambiente-. Los insaturados a su vez, pueden ser monoinsaturados y poliinsaturados, en función de si tienen uno o varios átomos de carbono insaturado.
       Los ácidos grasos saturados se encuentran principalmente en las grasas de los animales, mientras que los monoinsaturados, son los aceites que se encuentran principalmente en el reino vegetal, siendo el de oliva, uno de sus mejores representantes.
       Los ácidos grasos poliinsaturados por su parte, que serán los que centrarán nuestro máximo interés a partir de ahora, son considerados nutrientes esenciales por el hecho de que el organismo no puede sintetizarlos, y por lo tanto, resulta “esencial” ingerirlos mediante la alimentación. Entre los ácidos grasos esenciales poliinsaturados, se encuentran el ácido linoléico, llamado también Omega-6, y el ácido linolénico, llamado también Omega-3.
       En el grupo de los Omega-6 destacan por su importancia, el ácido gamma-linolénico, que se escribe abreviadamente “GLA”, y el ácido araquidónico, abreviado como “AA”. Se encuentran mayormente en las semillas y aceite de girasol, cártamo, onagra, soja, sésamo, maíz, nueces, cacahuetes, etc. También hay carnes que tienen un alto contenido de ácido araquidónico, especialmente en carnes grasas del cerdo, y en aquellos animales que han sido alimentados con piensos y semillas ricas en Omega-6 –que suelen ser la mayoría de animales alimentados intensivamente-. Asimismo, lo podemos encontrar en los ingredientes de muchos productos elaborados industrialmente, especialmente en margarinas.
       Por su parte, en el grupo de los Omega-3, destacan el ácido eicosapentaenoico, que se escribe abreviadamente “EPA”, y el ácido docosahexaenoico, que abreviado se conoce como “DHA”, los cuales se encuentran de forma más abundante en los pescados azules como el arenque, sardina, caballa, atún, bonito, salmón, algunos crustáceos, aceite de linaza, soja, colza y nueces, entre otros.
       Veámoslos esquemáticamente en un cuadro, para poder recordarlos más fácilmente: 

CUADRO DE LOS PRINCIPALES ÁCIDOS GRASOS POLIINSATURADOS OMEGA
Omega-6 -Ácido linoléico-
Omega-3 -Ácido linolénico-
GLA -Ácido gamma-linolénico-
ALA -Ácido alfa-linolénico-
AA -Ácido araquidónico-
EPA -Ácido eicosapentaenoico-

DHA -Ácido docosahexaenoico-


NOTA IMPORTANTE
      A partir de este momento, y con la finalidad de facilitar al máximo la lectura, utilizaremos solamente las siglas abreviadas para distinguir los ácidos grasos poliinsaturados esenciales.

       Los lectores encontrarán también en algunas de las investigaciones que se citan, las siglas E-EPA. Se trata del “etilo-eicosanpentaenoico”, que es un EPA  que ha sido esterificado con tal de aumentar su capacidad lipofílica, es decir, su capacidad de absorción, atravesando mejor la membrana hemato-encefálica. También existe el E-DHA, aunque es menos utilizado. El E-EPA está libre de colesterol, triglicéridos, ácidos grasos “trans” y contaminantes, con un color pálido, gusto y olor suaves. Es un complemento alimenticio que se puede encontrar en herbolarios, dietéticas y farmacias, y al que no se le conocen efectos secundarios después de estar investigándose y utilizándose desde los años 80, evidenciando ser totalmente seguro para el uso continuo a largo plazo, características que propician que sea utilizado por muchos equipos investigadores para realizar sus estudios y tratamientos.

Omega-3 -Ácido linolénico-
     -etilo-eicosapentaenoico-  E-EPA

     
Omega-3 en la alimentación, y el problema de la contaminación


       Se ha verificado mediante diferentes estudios científicos y epidemiológicos, que la dieta humana debería incluir una ingesta regular de pescado con suficiente Omega-3, para mantener un estado de salud óptimo. Sin embargo, existen numerosos factores sociales, culturales o económicos, que en muchas ocasiones lo dificultan, dándose entonces las circunstancias propicias, para la aparición gradual de condiciones que desembocarán en enfermedades de distinta gravedad, tal como los lectores podrán comprobar más adelante.  
       Existen libros muy interesantes en el mercado, que aportan numerosos y buenos ejemplos de menús ricos en Omega-3. Por ese motivo, he optado por no incluir menús en esta obra, pues he preferido concentrar los recursos y el espacio, en explicar y divulgar las extraordinarias propiedades de estos nutrientes como agentes de salud, tanto para la prevención, como para la mejora y el tratamiento de un buen número de trastornos y enfermedades.
       Pero por desgracia, existe un grave problema que debemos tener muy presente, que es la contaminación de los mares. Debido a esta circunstancia, las grasas de algunos peces pueden contener cantidades importantes de productos químicos tóxicos, entre los que se encuentran el bifenilo policlorinado, metales como el mercurio, o contaminantes como la dioxina. Este gravísimo inconveniente implica, la necesidad de extremar las precauciones en caso de realizar un elevado consumo de pescado en según qué zonas del planeta, y según qué tipo de pescado. La contaminación planetaria y el cambio climático, constituyen unos problemas de tan extrema gravedad, que todos los gobiernos y la sociedad en general, deberían actuar al unísono, de forma decidida, contundente, solidaria e inmediata, porque nos estamos acercando a  un punto sin retorno, en el que peligra la vida sobre la Tierra, condenando irremediablemente a nuestros descendientes más próximos.
       El problema de la contaminación, además de la posibilidad de afectar tóxicamente al consumidor directo de pescado, también puede llegar a ser peligroso cuando se toman suplementos de Omega-3 en cápsulas si no se toman precauciones. Por ello, es aconsejable que estos productos hayan sido sometidos a unos procesos de refinado o destilación muy eficientes, de tal forma que se asegure la absoluta eliminación de sustancias tóxicas, y se obtenga un producto de una alta pureza y concentración.


Propiedades de los ácidos grasos poliinsaturados esenciales Omega 6 y 3

       Los Omega 6 y 3, son componentes básicos y fundamentales de las membranas celulares, determinan su fluidez y flexibilidad, e intervienen entre otras funciones, en la modulación de la neurotransmisión, en la formación de algunas hormonas, en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario, en la correcta formación de la retina o en el funcionamiento de las neuronas.
       Una característica de ambos Omegas, es que son precursores de eicosanoides, unas sustancias con una acción similar a las hormonas, que regulan algunas importantes funciones biológicas en las células y en nuestro organismo, cuya denominación fue usada por primera vez en el año 1980, por el científico norteamericano E. J. Corey. Estos eicosanoides –los más importantes son las prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos-, pueden ser “buenos o malos” –se trata de una división parecida a la que se hace con el colesterol, el bueno y el malo-, pero dado que en pequeñas proporciones y de forma equilibrada, gracias a sus respectivos antagonismos, son todos beneficiosos y necesarios para que el organismo pueda compensar y autorregular funciones fundamentales, prefiero calificarlos como “positivos” o “negativos”.
       Los eicosanoides “positivos”, en general, inhiben la agregación plaquetaria, promueven la vasodilatación, inhiben la proliferación celular, estimulan la respuesta inmunológica y tienen unos pronunciados efectos antiinflamatorios, mientras que por su parte, los eicosanoides “negativos” favorecen la agregación plaquetaria, producen vasoconstricción, proliferación celular, deprimen el sistema inmunitario y tienen efectos proinflamatorios, es decir, que favorecen las inflamaciones orgánicas.
       En el año 1982, se premió con el Nobel de Medicina y Fisiología, unos trabajos de investigación de los científicos, Bergström, Samuelsson y Vane sobre las prostaglandinas y sustancias afines –o sea, eicosanoides-. Estos y otros estudios posteriores, comprobaron que dichas prostaglandinas y las prostaciclinas, resultaban vitales para regular la presión arterial, la función inmunitaria, renal, división celular y respuesta al dolor. Asimismo, verificaron que los tromboxanos resultaban claves en la coagulación de la sangre, mientras que los leucotrienos eran fundamentales en los procesos inflamatorios y respuesta alérgica, principalmente.
       El éxito de estos científicos estimuló la realización de más estudios, que fueron verificando cómo del GLA –ácido graso perteneciente al grupo Omega-6-, se derivaban prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos de la llamada serie 1, los cuales tienen respectivamente, una acción antiinflamatoria, anticoagulante y antivasoconstrictora, es decir, que son beneficiosos para la salud –y por lo tanto, son considerados eicosanoides positivos-. Que del AA, perteneciente también al grupo Omega-6, se derivaban prostaglandinas de la llamada serie 2, tromboxanos y leucotrienos de la serie 4, que son inflamatorios, procoagulantes y vasonconstrictores, es decir, que en pequeña proporción tienen funciones reguladoras y compensadoras, pero que si se encuentran en exceso, son perjudiciales para la salud –y por lo tanto, son eicosanoides negativos-. También se verificó que en según qué condiciones biológicas, el GLA pasa a convertirse en AA, ya que es su precursor, y por lo tanto, sus efectos pueden pasar de ser beneficiosos, a ser  perjudiciales –es decir, pasa de promover eicosanoides positivos, a promover eicosanoides negativos-. Y finalmente se comprobó, que del EPA –perteneciente al grupo Omega-3-, se derivan prostaglandinas de la llamada serie 3, tromboxanos y leucotrienos de la serie 5, que al igual que los de la serie 1, tienen una acción antiinflamatoria, anticoagulante y antivasoconstrictora, y por lo tanto, son beneficiosos para la salud –y por consiguiente, eicosanoides  positivos-.
       En el año 2002, un interesante trabajo de investigación publicado en el Journal of the American College of Nutrition, llevado por The Center for Genetics, Nutrition and Health, en Washington, (1) mostraba cómo la enfermedad coronaria, la depresión mayor, el envejecimiento y el cáncer, se caracterizan por un mayor nivel de interleuquinas proinflamatorias –eicosanoides negativos que son específicamente unas proteínas producidas por el sistema inmunitario-. El estudio mostraba además, que la artritis, la enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y el lupus, eran enfermedades autoinmunes caracterizadas por un alto nivel de la interleuquina y leucotrienos proinflamatorios –recuerden, eicosanoides negativos-, producidos por ácidos grasos Omega-6.
       La investigación confirmó además, que los Omega-3 poseían la más potente capacidad inmunomoduladora, a la par que confirmaba propiedades antiinflamatorias, dado que los resultados de los ensayos revelaron un significativo beneficio en la disminución de estas enfermedades, comportando al mismo tiempo, una interesantísima reducción de los medicamentos antiinflamatorios. Es decir, estas investigaciones demostraban que los Omega-3 reducían enfermedades coronarias, depresión mayor, envejecimiento, cáncer, artritis, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, lupus… ¿Bien, qué les parece todo esto como carta de presentación de los Omega-3?
       Otras muchas investigaciones científicas, algunas anteriores y otras posteriores, fueron conformando un conjunto de datos confirmatorios de estos beneficios que tienen para la salud los Omega-3, mostrando claramente su eficacia en la prevención y control de enfermedades crónicas coronarias, hipertensión, cáncer, diabetes, desórdenes inflamatorios y auto-inmunes, eccema, psoriasis, Alzheimer, depresión, esquizofrenia, fibromialgia, esclerosis múltiple…, tal como se refleja por ejemplo, en la publicación de Reproduction, Nutrition, Development (2) en el año 2004.
       En el año 2006, el Children Hospital Boston (3), dio a conocer un trabajo en el que se habían contrastado multitud de estudios, mediante una amplia revisión de la bibliografía, ensayos e investigaciones, estudios poblacionales, metaanálisis y estudio de casos. Los investigadores llegaron a la conclusión de que estaba claramente demostrado, que un suplemento de Omega-3 proporcionaba un efecto protector en las enfermedades del corazón, y en particular, de la muerte cardiaca repentina. Asimismo quedó probado, un significativo beneficio en la artritis reumatoide con esta simple intervención nutricional, consiguiendo mejoras importantes de los síntomas, así como la reducción en la toma de medicamentos antiinflamatorios. Se verificó además, la eficacia de la suplementación de la medicación con Omega-3 en muchos trastornos psiquiátricos, particularmente esquizofrenia y trastorno depresivo mayor, que mostraron claros resultados positivos.
       Con lo leído hasta aquí, empezamos a vislumbrar la importancia de los Omega-3 para nuestro organismo, pero en los siguientes capítulos, profundizaremos un poco más sobre su capacidad preventiva y terapéutica, analizando las claves que algunas investigaciones científicas han ido dejando al descubierto.
       Los lectores irán comprobando, cómo los Omega-3 “EPA y DHA”, se convertirán por méritos propios, en los grandes protagonistas de la primera parte de este libro, en su rol de “héroes”, mientras  que el Omega-6 “AA”, también compartirá este máximo protagonismo, pero su papel será de “malo de la película” –aunque como todo malo, también tiene su rinconcito bueno, ya que como se ha dicho antes, todos estos nutrientes son esenciales y tienen funciones positivas, si se hallan en cantidades adecuadas y equilibradas-.


El desequilibrio entre Omega-6 y Omega-3, y sus graves consecuencias


       Este apartado es de vital importancia para comprender el actual incremento de muchas enfermedades crónicas y degenerativas en nuestra sociedad. Les aconsejo lo lean con la máxima atención.
       Se ha comprobado experimentalmente en numerosas investigaciones, que un exceso de Omega-6, especialmente de AA, ya sea ingerido directamente o indirectamente por conversión de su precursor GLA, puede ser muy perjudicial para el organismo.
       Efectivamente, si se produce este desequilibrio a favor del Omega-6 sobre el Omega-3, nos encontramos con una “situación metabólica proinflamatoria”, que deteriora paulatina y silenciosamente nuestro organismo, durante los años en que se mantiene este exceso de Omega-6 en la alimentación, y favoreciendo la aparición gradual de patologías inflamatorias y autoinmunes, ya sean de tipo cardiovascular, inflamaciones de colon, de hígado, de las articulaciones, fibroamialgia, alergias, psoriasis, diabetes o cáncer. Incluso trastornos mentales y emocionales.
       Para los lectores que no estén previamente introducidos en estas cuestiones, les resultará muy llamativo, chocante o increíble, que un exceso de Omega-6 en la dieta alimenticia, pueda promover la aparición de enfermedades aparentemente muy diferentes entre si, ya que además, son tratadas por distintos especialistas separadamente y por fármacos específicos. Sin embargo, las investigaciones han confirmado las claras evidencias de este nexo causal común.
       Los lectores irán comprendiendo gradualmente además, que estas enfermedades de tipo crónico o degenerativo, no aparecen por azar de un día para otro, ni de una semana para otra, sino que una alimentación desequilibrada durante meses o años, las va fraguando, propiciando su gradual desencadenamiento, y manifestándose de distinta manera en cada persona, según su constitución genética, sus hábitos, su cultura o el medio ambiente en el que se desenvuelva. Investigaciones científicas realizadas con familias y hermanos, han demostrado claramente que en el cáncer por ejemplo, solamente existe un 15% de causa genética común, mientras el resto es debido a causas externas o ambientales.
       El modelo general de alimentación occidental, que es el que sigue la mayoría de nuestra sociedad, es excesivo en carbohidratos y grasas saturadas, alimentos refinados, aditivos químicos, así como en ácidos grasos Omega-6, originando abundantes eicosanoides negativos, los cuales son ingeridos directamente a través de aceites de semillas y de carnes, o indirectamente a través de los ingredientes que contienen muchos productos elaborados industrialmente. Paralelamente, este modelo de alimentación también suele ser pobre en ácidos grasos Omega-3, provocando finalmente en su conjunto, que se produzca un gran desequilibrio entre Omega-6 y Omega-3, a favor del primero, y cuyos efectos, como ya hemos visto antes, son muy perjudiciales para la salud, ya que al tratarse de una situación proinflamatoria que habitualmente se mantiene durante mucho tiempo en la vida de una persona, va deteriorando silenciosamente su organismo y su salud, bajo el aparente manto de pequeños trastornos, que poco a poco van empeorando, complicándose, y propiciando la aparición de nuevas y más graves enfermedades. Patologías que en modo alguno pueden considerarse como consecuencia “lógica” del envejecimiento y del desgaste natural del organismo, ni del “azar”, sino que en su gran mayoría son producto de unos hábitos de vida poco saludables y nocivos, así como de carencias nutritivas, mantenidas durante años, y complicadas por los efectos secundarios de muchos fármacos que se utilizan para “curarlas”, pero que lejos de conseguirlo realmente, la gran mayoría actúan solamente anulando y controlando los síntomas, pero manteniendo la causa promotora primaria.
       Según diversos estudios epidemiológicos, se ha comprobado que este desequilibrio Omega-6/3, varía según las zonas geográficas y los países, pudiendo encontrarse fácilmente proporciones superiores a 10:1 o 15:1, es decir, que se ingieren 10 o 15 partes de Omega-6, por solamente 1 de Omega-3. O incluso a veces, sobretodo en Estados Unidos, se llega a proporciones de 50:1 a favor del Omega-6. ¡Las consecuencias para la salud son funestas!
       Según los especialistas, la proporción ideal estaría en 1:1, es decir, en el equilibrio y la igualdad entre los Omega-6 y los Omega-3. No obstante, se considera también aceptable una proporción máxima de 2:1 o 3:1 a favor del Omega-6. Proporciones a partir de 4:1 hay que evitarlas activamente, porque a partir de ahí, cuanto mayor sea el desequilibrio a favor del Omega-6 en detrimento del Omega-3, así cuanta más cantidad total ingerida y tiempo durante el que se ha mantenido, peores serán sus efectos para la salud, y más graves sus consecuencias.
       Según el profesor Sanders, del King’s College, en Londres (4), el ratio o proporción Omega-6/3 idóneo, debe estar por debajo de 3:1. Fruto de sus investigaciones y amplia experiencia, afirmó que de lo contrario, el organismo produce citoquinas proinflamatorias –unas proteínas producidas a partir del AA-, que son las que provocan enfermedades cardiovasculares, determinadas enfermedades mentales, obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, desórdenes autoinmunes y muerte prematura. Por su parte, el profesor Saldeen, de la Universidad de Uppsala (5), recomienda un ratio AA/EPA –o lo que es lo mismo, una proporción Omega-6/3-, entre 1,5:1 y 2:1 a favor del Omega-6. Como vemos, hay un consenso en el sentido de que es beneficioso equilibrar los dos tipos de Omega, y que la diferencia a favor del Omega-6, sea mínima.          
       Se ha demostrado también, que este equilibrio es importantísimo en los niños. Un estudio publicado en el año 2005 y realizado por el Institut de Recherche Signalisation, Biologie du Développement et Cancer, Centre de Biochimie, Faculté des Sciences, Parc Valrose, en Niza (6), revisó y apoyó la evidencia de que el exceso de Omega-6 es un potente promotor de la adipogénesis, siendo importantísima su influencia si ésta se produce en el periodo de lactancia, puesto que se demostró que favorece la futura obesidad del niño.
       Otras muchas investigaciones han confirmado de forma clara y evidente, que el equilibrio Omega-6/3 es vital para controlar los procesos inflamatorios -que en su justa medida y de forma controlada son un recurso defensivo natural, pero si persisten mucho tiempo son dañinos-. El exceso de Omega-6 produce eicosanoides negativos, y éstos a su vez, citoquinas proinflamatorias que provocan procesos inflamatorios prolongados y degenerativos. Esta certeza es la que nos permite saber con conocimiento de causa, que alteraciones como la respuesta alérgica, son favorecidas por los leucotrienos que influyen en la producción histamínica, de la misma forma, que este equilibrio también es necesario para prevenir problemas cardiovasculares, ya que un exceso de Omega-6, y por lo tanto de tromboxanos –que serían eicosanoides negativos-, favorece la formación de coágulos.
       Las coincidencias en los resultados de las investigaciones son evidentes. Pero sigamos analizando algunas más, para comprender de forma más práctica, la importancia y las consecuencias de este desequilibrio entre los dos Omegas, comprobando al mismo tiempo, que equilibrándolos, se pueden corregir importantes trastornos físicos y mentales. Les resultará ciertamente interesante.
       El Journal of the American College of Nutrition (1) publicó un estudio en el que se comprobó, según experimentos con animales y estudios clínicos, que los Omega-3 tiene propiedades beneficiosas para las enfermedades inflamatorias, así como para las autoinmunes. En un trabajo posterior (7), se demostró que los estudios antropológicos y epidemiológicos a nivel molecular, indicaban que los seres humanos evolucionaron en una dieta con una proporción de Omega-6 con Omega-3, de aproximadamente 1:1, es decir, una proporción de igualdad entre ambos ácidos grasos poliinsaturados, mientras que en la dieta occidental actual, la proporción es de 15:1 o mucho más, a favor del Omega-6, de tal forma que se produce una situación proinflamatoria provocada por el exceso de AA, el cual promueve la patogénesis de muchas enfermedades, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, inflamatorias y crónicas. El estudio confirmaba asimismo, que por el contrario, un aumento de los niveles de Omega-3, especialmente de EPA y DHA, hacía que esta proporción se equilibrara y disminuyeran los riesgos, observándose además, efectos supresores de estas enfermedades, ¡esto es importantísimo! Finalizaba consecuentemente, resaltando la eficacia de la ingestión de Omega-3 de alta pureza, para equilibrar la proporción Omega-6/3 en un plazo relativamente corto de tiempo, conclusión que resulta de capital importancia, para entender y valorar la gran utilidad práctica y el beneficio que podemos obtener ingiriendo cápsulas Omega-3 como suplemento alimenticio, para mejorar fácilmente muchas de estas enfermedades, o para prevenirlas.
       Aunque a veces nos dejamos llevar por la espectacularidad de las “curaciones”, más que por la discreción que conlleva la prevención, tenemos que tener muy en cuenta que resulta mucho más importante prevenir que curar, especialmente cuando nos referimos al exceso de Omega-6, por la sencilla razón de que su acción nociva y perjudicial se realiza lentamente durante años, deteriorando nuestro organismo hasta tal punto, que cuando queremos curarlo, quizás nos podemos encontrar con unos niveles de afectación orgánica tales, que pueden impedir la regresión o mejora que desearíamos, mientras que si evitamos que se vaya deteriorando al organismo, nos ahorraríamos fácilmente, muchísimas de estas enfermedades y sufrimientos. De ahí que resulte vital que los niños mejoren su alimentación, equilibrando esta proporción, con el fin de prevenir y evitar estas enfermedades, a las que son potenciales candidatos para sufrirlas.
       A algunos lectores les puede llamar mucho la atención, y parecerles increíble, que un “simple desequilibrio” en la ingestión de los Omega, pueda propiciar la aparición y desarrollo de una gran diversidad de patologías físicas crónicas graves, por lo que también les resultará sorprendente, comprobar su determinante papel en patologías emocionales como la depresión, un trastorno emocional capaz de empeorar el pronóstico de las enfermedades orgánicas graves cuando concurren ambas al mismo tiempo.
       Efectivamente, existen muchísimas investigaciones que así lo certifican, y algunas de ellas las analizaremos más adelante. No obstante, veamos ahora una como aperitivo. Fue llevada a cabo por el Servicio de Salud Mental del Hospital de Rockhampton en el año 1996 (8). Se realizó con pacientes con depresión de moderada a severa, estudiándose la relación entre la gravedad de la depresión y sus niveles de Omega-6 y Omega-3. En los resultados se encontró una mayor cantidad de AA en relación al de EPA, en los casos de mayor severidad depresiva. Se demostró por consiguiente de forma clara, que a mayor desequilibrio a favor del AA –o sea, de Omega-6 con respecto a los Omega-3, mayor es la depresión.
       También se ha comprobado experimentalmente, que la base de muchas enfermedades crónicas deriva fundamentalmente de un estado proinflamatorio prolongado, y los Omega-6, especialmente el AA, aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares o inflamatorias en personas con unas determinadas condiciones genéticas, mientras que el EPA y el DHA son capaces de disminuir los riesgos en estas personas (7).
       Los procesos de equilibración entre los Omega, fueron estudiados experimentalmente en la Universidad de Jyväskylä (9). Realizaron dos estudios doble ciego –que es una modalidad de investigación en la que nadie sabe quien toma producto activo, y que se hace para evitar cualquier influencia sobre los pacientes que toman placebo, incluso por parte de los investigadores-, para comprobar la absorción y los efectos sobre el nivel de la proporción Omega-6/3 en niños y adultos, mediante E-EPA. –Recuerden los lectores que el E-EPA es una modalidad de EPA de alta pureza y concentración-.
       El estudio en adultos se realizó sobre 24 estudiantes  voluntarios, que tomaron diariamente durante 45 días 1g/día de E-EPA, o bien 1g/día de placebo, según si pertenecían al grupo experimental o al de control –el grupo experimental es el que tomó E-EPA, mientras que el grupo de control era el que tomaba placebo-. Al cabo de este tiempo, la concentración de EPA en suero, pasó del 1% al 2,3% en el grupo que tomaba E-EPA, es decir, que su concentración aumentó más del doble, de forma que la proporción entre Omega-6 y Omega-3, se redujo a la mitad.
       Por su parte, el estudio de los niños se realizó con un grupo de 30 participantes, con una edad de 10 años, y con severos problemas de dislexia, que tomaron también durante 12 semanas, 0,5 g/día de E-EPA, o bien, 0,5 g/día de placebo. Pues bien, al final del estudio, se comprobó que la concentración de EPA en suero, pasó de una media del 1% al 2,8%, es decir, casi se triplicó, mientras que la media de la proporción Omega-6/3, pasó de 8:1 a 3:1, es decir, un descenso de más del 60%. A la finalización del estudio, no se había detectado ningún efecto adverso en ningún participante.
       Ante las evidencias logradas, el equipo investigador recomendó la toma de E-EPA independientemente del estado de salud en que se encuentren los individuos, ya que sabiendo los daños que provoca con el tiempo el desequilibrio a favor de los Omega-6, rebajando el nivel de éste, se actúa preventivamente y se pueden evitar muchísimos problemas de salud, sin ningún tipo de efecto adverso.