sábado, 8 de agosto de 2015

EL CONCEPTO PAS (PERSONAS ALTAMENTE SENSIBLES): UNA LUZ EN LA OSCURIDAD



Los datos epidemiológicos que periódicamente proporciona la OMS respecto a los trastornos mentales se presentan sombríos. Muestran cómo desde hace tiempo éstos son la segunda causa de incapacitación social en el mundo desarrollado, cuya previsión para el año 2020 es que supongan el 15% de las incapacidades por enfermedad y accidente.  La depresión, por su parte, será la segunda causa de baja laboral en Europa en dicho año, mientras que en el 2030 llegará a la primera posición. El gasto farmacéutico y el coste laboral que suponen son de primer orden, aparte del inmenso sufrimiento que supone a personas y familias.


Pero a veces podemos ver algo de luz en la oscuridad. Cada vez hay más profesionales de la salud que ven los trastornos mentales y emocionales bajo una perspectiva biopsicosocial, distanciándose del enfoque biomédico que todo lo patologiza y todo lo medica. Dicha perspectiva enfatiza que además de causas biológicas, son muy importantes las psicológicas y las sociales, por lo que aboga por una mayor prevención y educación social, y no tanta medicación. Las investigaciones que se realizan respecto a las terapias psicologías están aportando también una clara evidencia de su eficacia, por lo que deberán ser cada vez más utilizadas si se quiere evitar que se cumplan los sombríos pronósticos de la OMS.


Como psicólogo y psicopatólogo he podido comprobar cómo la mayoría de trastornos mentales y emocionales son “constructos” que, más que responder a causas de orden orgánico, responden a problemas de desadaptación de la persona respecto a su entorno. Problemas que, por lo general, se forman durante la etapa de crecimiento de la persona, configurando unas creencias y unos pensamientos limitantes que marcarán su comportamiento futuro. La buena noticia es que cuando la persona comprende que la mayoría de sus inseguridades, miedos, fobias…, no son realmente “suyos”, sino “aprendidos”, se puede empezar a deconstruir y cambiar la situación, aumentando su autoconocimiento y despojándose gradualmente de lo que no es suyo, haciendo emerger su verdadera esencia y personalidad.


Pero hay más, en los últimos años ha aparecido un nuevo concepto que puede aportar más luz a millones de personas. Se trata de las personas altamente sensibles (PAS), highly sensitive person (HSP) en inglés.  Es un concepto aún poco conocido en España, pero libros como EL DON DE LA SENSIBILIDAD, de Elaine Aron, o LA ALTA SENSIBILIDAD, de Karina Zegers, han contribuido a que este concepto haya sido conocido por miles de personas. ¿De qué se trata? Se considera que entre un 15% y un 20% de la población tiene alta sensibilidad, o lo que es lo mismo, unas facultades sensoriales y cognitivas más desarrolladas, y en otros muchos casos una mayor sensibilidad emocional y espiritual. Son facultades que ya existen en la infancia, pero que por lo general no son adecuadamente apreciadas ni encuentran la forma de ser expresadas positiva y socialmente, lo que suele acarrear problemas de variada índole a la persona en las distintas etapas del ciclo vital, pudiendo incluso a desarrollar un importante sufrimiento y trastornos emocionales que pueden llegar a ser diagnosticados como patológicos, cuando en realidad todo parte del desconocimiento e incomprensión de esa singularidad individual.


El concepto de alta sensibilidad aporta luz a esas personas, y cuando toman consciencia de su verdadera condición, de sus capacidades, de sus límites, así como de los inconvenientes que conlleva su singularidad, y por lo tanto, de la causa real de sus problemas, se encuentran en el punto de partida ideal y necesario para poder cambiar y mejorar su situación. Ser sensible no ha de ser un problema ni una enfermedad, sino un don que hay que conocer y comprender.

domingo, 2 de agosto de 2015

OMEGA-3 LA SALUD INMEDIATA - Libro abierto gratuito (Entrega nº 5)




Los Omega-3 en trastornos mentales y emocionales


       Según la Organización Mundial de la Salud, los trastornos mentales son ya la segunda causa de incapacitación social en el mundo desarrollado, y los que generan un mayor gasto farmacéutico. La tendencia prevista en los próximos años es de aumento. En el año 1990 suponían un 10% de las incapacidades por enfermedad y accidente, en el año 2000 eran del 12%, y se prevé que en el año 2020, el porcentaje llegará hasta el 15%. Los más frecuentes son los trastornos depresivos, los debidos al uso de sustancias psicoactivas, la esquizofrenia, la epilepsia, el Alzheimer, el retraso mental y los trastornos de la infancia y la adolescencia. Esta situación evidencia por una parte, que las causas que los propician van en aumento, y por otra, que ni los grandes logros médicos y sanitarios actuales son capaces de frenar de forma real este aumento. Es absolutamente necesario hallar otras formulas y medidas alternativas, que ayuden a invertir esta tendencia. Los Omega-3 pueden ayudar, y mucho. Además, con una inmediatez muy notable para este tipo de afecciones.
       Paralelamente a los estudios científicos que se realizaban sobre los Omega-3 en la salud física, se fueron conociendo y experimentando paulatinamente su relevancia en la salud mental. El neuroendocrinólogo David Horrobin (1939-2003), que fue presidente de la Asociación Británica de Esquizofrenia, fue también pionero en la década de los 80 en investigar la utilidad de los Omega-3 en el tratamiento de la esquizofrenia (88). A la vista de los resultados de sus investigaciones, no tardó en sugerir el tratamiento complementario de la dislexia, depresión, esquizofrenia y Alzheimer con los Omega-3 y más concretamente con el EPA, por considerar que mejoraban y mantenían la integridad de las neuronas y favorecían la neurotransmisión. El Dr. Horrobin insistía en lo que para él era una obviedad, pero que no se tenía en cuenta, que si el cerebro no disponía de las grasas adecuadas, no podía funcionar correctamente.
       Por su parte, el Dr. Andrew Stoll, director del laboratorio de investigación psicofarmacológica del Hospital McLean, en Massachussets, y profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de Harvard (89), comprobó en 1999, que los Omega-3 hacían más permeable la membrana de las células nerviosas, mejorando así, la neurotransmisión. En Francia, el Institut de Pharmacologie Moléculaire et Cellulaire, en Valbonne (90), reportó en el año 2000, los resultados de un trabajo en el que se constataron que los Omega-3 tenían claros efectos protectores neuronales.
       Más tarde, Le Laboratoire de Biologie Medicale, de París (2), hizo pública la evidencia de que no siendo los ácidos grasos Omega-3, sintetizados por el organismo, era esencial su ingestión para mantener en buen estado el equilibrio fosfolípido y la fluidez de las membranas celulares, permitiendo una buena modulación de las actividades enzimáticas, productoras y receptoras de los neurotransmisores, así como por su importancia al ser precursores de eicosanoides positivos, de forma que consideraban beneficiosa su ingestión en varias enfermedades, entre ellas el Alzheimer, la depresión mayor, la esquizofrenia y la esclerosis múltiple.
       Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM, de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA), que contiene la clasificación y la descripción oficial de los trastornos mentales que es utilizada por la mayoría de los profesionales como auxiliar de consulta para el diagnóstico, 4 de las 10 principales causas de discapacidad de los países desarrollados son trastornos mentales como la depresión mayor, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y el trastorno obsesivo compulsivo.  
       Precisamente sobre estos cuatro trastornos se pronunció, en el año 2008, la Global Neuroscience Iniciative Foundation de Los Ángeles, cuando publicó un estudio titulado Nutritional therapies for mental disorders (91), en el que se evidenciaba que los pacientes aquejados por estos trastornos son los que mayor deficiencia tienen de vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales Omega-3. Basándose en los resultados de las pruebas que realizaron, llegaron a la conclusión de que el tratamiento con estos suplementos podía ser muy apropiado para su control, así como también para los trastornos de ansiedad, de la conducta alimentaria, trastornos por déficit de atención, la adicción y el autismo. Añadieron, que teniendo en cuenta que los propios trastornos afectan negativamente en la toma de las dosis de medicamentos  por parte de los pacientes, -especialmente en los de depresión mayor y con mayor riesgo de suicidio-, era muy aconsejables administrar estos suplementos alimenticios para mejorar la predisposición y actitud de los pacientes, de forma que los psiquiatras deberían recomendar las dosis de suplementos dietéticos basadas en los estudios realizados que han demostrado su eficacia, y ajustar las dosis según los resultados obtenidos.
       Dada la abrumadora evidencia científica sobre la importancia y el beneficio que parecía derivarse de los Omega-3, en la función moduladora y facilitadora de la neurotransmisión, y en la salud mental y emocional, y gracias a las numerosas investigaciones científicas efectuadas, así como a la confianza de haber sido recomendados repetidamente como suplemento en los tratamientos psiquiátricos convencionales por distintos autores e investigadores de renombre (92), (93), (94), (2), (95), (96), (91), (97),  no podía ser de otra forma que en el año 2006, la APA (Asociación Psiquiátrica Americana), considerada la máxima autoridad psiquiátrica a nivel mundial, se vio obligada a pronunciarse. Para ello, y con el fin de asegurarse en su dictamen, constituyó previamente un subcomité de expertos con el fin de elaborar un metaanálisis de los estudios realizados hasta aquel momento sobre pacientes con depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, demencia, trastorno límite de personalidad, síndrome por déficit de atención con o sin hiperactividad, que verificara la validez de dichas investigaciones.
       Pues bien, aunque la metodología y los resultados de los distintos estudios que se habían realizado hasta aquel entonces eran heterogéneas debido a sus distintas características técnicas empleadas, el comité concluyó asegurando que los Omega-3 aportan un beneficio estadísticamente significativo en estos trastornos, especialmente en depresión, tanto monopolar como bipolar, y en esquizofrenia. Además, teniendo en cuenta las ventajas potenciales que aporta, en contraposición a los insignificantes riesgos demostrados, la APA acabó formulando la recomendación de usar Omega-3 como complemento de los tratamientos y prevención, y de forma especial, el EPA, y en menor medida el DHA (98).
       Sin embargo, a pesar de ello y del tiempo transcurrido, estas recomendaciones han sido ampliamente ignoradas, infravaloradas o despreciadas por muchísimos psiquiatras y profesionales de la salud, que prefieren trabajar exclusivamente con psicofármacos, a pesar de los importantes efectos secundarios que conllevan. Esta actitud, unida a las rutinas establecidas en la práctica clínica, ha provocado un “impasse” en el avance terapéutico que dura ya mucho tiempo, y que según el Dr. Horrobin (99), son 40 años el lapso de tiempo en el que apenas se ha avanzado, favoreciendo consecuentemente esta situación, el aumento de estos trastornos en la población.
       Este aumento de los trastornos emocionales y mentales, en modo alguno se puede considerar lógico o razonable, ya que disponemos de una herramienta eficaz, los Omega-3, pero que no se utiliza suficientemente. Una situación que por otra parte, tampoco debe extrañarnos si tenemos en cuenta que en nuestra sociedad moderna prevalece el tratamiento farmacológico por encima del tratamiento psicológico, aún cuando se sabe que en muchos trastornos emocionales la psicología puede aportar más y mejores soluciones que la medicación. Más adelante incluiré alguna investigación que lo demuestra.
       Por lo tanto, la actual coyuntura en la que se mueve el sistema sanitario propicia que no se preste suficiente atención a los trastornos nutricionales de los Omega, como posible e importante causa primaria o secundaria, que puede afectar de forma importante al estado y funcionalidad del sistema nervioso, siendo susceptible de confundirse, superponerse en parte o combinarse, con los factores genéticos y ambientales, ya sean desencadenantes o mantenedores de estos trastornos, y en consecuencia, se sigue aplicando la fórmula más cómoda y estandarizada de tratar estos problemas mediante fármacos que, por lo general, tienen un alto índice de efectos secundarios y una orientación eminentemente sintomática, relegando al paciente a un papel de mero espectador, sin prácticamente capacidad de agencia ni de modificación del curso de los acontecimientos, situación que se agrava cuando se crea dependencia y adición a los psicofármacos.
       Esta obsesión tan actual por medicarse por todo y para todo, provoca que muchas veces se trate farmacológicamente problemas emocionales que en realidad no requieren medicamentos, siendo todavía más grave, cuando el paciente es un niño o un adolescente, porque se le inicia en el posible vicio de la medicalización superflua o la automedicación, así como en la fármaco-dependencia, cuando muchos de estos trastornos podrían probablemente ser solucionados de una forma más natural, y en la que el paciente tuviera un papel mucho más activo y con mayor autocontrol.
       A la luz de los estudios e investigaciones que se han realizado hasta el momento, se observa la necesidad de revisar la verdadera naturaleza etiológica de algunos trastornos mentales y emocionales, según palabras publicadas en The American Journal of Psychiatry en el año 2006, por el Dr. Parker (100). Opinión que personalmente comparto, pues existe una excesiva patologización y medicalización de cualquier trastorno, especialmente los emocionales, que no se ajustan a la realidad de nuestra naturaleza humana.
       Efectivamente, habría que potenciar los tratamientos nutricionales y psicoterápicos, que permitirían sin duda, invertir la tendencia al alza de estos trastornos, a la vez que una disminución importante del gasto farmacológico. Pero como suele suceder, todos los sistemas son resistentes al cambio, y la industria farmacéutica es un gran e influyente sistema que, lógicamente, dificulta los posibles cambios, pues los psicofármacos constituyen una gran fuente de ingresos para ellos. Habría que realizar un gran esfuerzo negociador para lograr un equilibrio más paritario y justo, entre los intereses de todas las partes implicadas. Sería justo, y es necesario.
       Una vez nos hemos introducido en el contexto y en la problemática actual de los trastornos mentales y emocionales, pasemos a conocer mejor y más concretamente, algunos de los estudios realizados en trastornos mentales y emocionales concretos, que sugieren que niveles bajos de Omega-3 y especialmente de EPA, combinado con niveles altos Omega-6, se asocian con la depresión y otras enfermedades mentales. Algunos de estos estudios, muestran claramente una máxima eficacia del EPA como principal complemento en el tratamiento de la depresión, tanto monopolar como bipolar, y en esquizofrenia (98), mientras que otros muestran una mayor eficacia del DHA, por ejemplo en el Alzheimer, aunque la combinación de ambos es lo ideal.


En la depresión


       Según la Organización Mundial de la Salud, en el año 2020, la depresión mayor será la segunda causa de incapacidad a nivel mundial. Actualmente es ya la segunda causa de baja laboral en Europa, y sus consecuencias incapacitantes hacen disminuir enormemente la calidad de vida del individuo, así como sus perspectivas personales, sumiéndolo en un círculo vicioso difícil de salir. Y la tendencia es de claro aumento. Según la European Alliance Against (101), hasta un 15% de pacientes con trastorno depresivo se suicidan, lo que nos da una idea de lo grave que puede llegar a ser. Se cronifica aproximadamente en un 25% de los casos, y se presenta cada vez en edades más tempranas, siendo más frecuente en las mujeres que en los hombres.
       Para cambiar esta situación ante todo debería mejorarse la prevención, prestando un servicio psicoterapéutico primario más amplio a los afectados, con tal de que el afectado pueda potenciar sus propias habilidades emocionales y estrategias psicológicas, con el fin de poder afrontar mejor y activamente, las causas que pueden provocarle problemas, evitando llegar a situaciones más extremas, de las que cuesta más difícil salir. Pero además, se deberían analizar las carencias nutritivas, especialmente de Omega-3, que sumen al organismo en una situación de insuficiencia en la respuesta, ante las fuertes demandas sociales y presiones ambientales cada vez más exigentes de nuestro entorno, y que provocan que muchas personas sucumban emocionalmente, en un momento ú otro de su vida.
       Profundicemos un poco más en el contexto que envuelve el fenómeno depresivo, como expresión más genuina de los trastornos emocionales actuales, antes de pasar a analizar la acción de los Omega-3.
       Si algo distingue la sociedad actual de las anteriores, es el incremento de las actividades orientadas al ocio, la mayor facilidad para satisfacer cualquier deseo, o el acostumbramiento a la inmediatez. En teoría, estas circunstancias no deberían representar ningún problema, pero no es así, ya que comportan una serie de consecuencias no siempre positivas. Al habernos ido acostumbrando a la buena vida, a lo cómodo, a lo placentero, a lo inmediato o a lo fácil, cuando alguna cosa falla nos encontramos con que no estamos ni mental ni emocionalmente preparados, nos bloqueamos y optamos por las salidas fáciles e inmediatas, y que muchas veces, no resultan ser soluciones, sino meros “aplazamientos” del problema, arriesgándonos a que éste aumente, mientras intentamos eludirlo o evadirnos de la realidad.
       La consecuencia de esta situación suele ser el estrés y la depresión. Entonces corremos al médico y le decimos: -¡Déme algo para la depresión, por favor!-, recurriendo a la solución fácil y sintomática de los fármacos, mientras esperamos a que los problemas se resuelvan solos. Pero si éstos persisten, podemos vernos inmersos en una dinámica que, lejos de mejorar las expectativas, acaba convirtiéndonos en enfermos crónicos sin casi capacidad de maniobra, ya que la situación se escapa de nuestro control. O al menos, así lo percibimos. Es la impotencia al cuadrado.
       Pues bien, para afrontar adecuadamente estos factores ambientales que favorecen la aparición y desarrollo de la depresión, lo más aconsejable es contar con el apoyo y la ayuda de un psicólogo. Hay que empezar a desterrar la anticuada creencia de que para ir al psicólogo, “hay que estar mal de la cabeza”. La Psicología actual es una ciencia que cuenta con técnicas variadas y eficaces, para mejorar nuestro rendimiento cognitivo, y de la misma forma que se puede ir a un gimnasio a realizar “fitness” o “Pilates para mejorar el estado físico y el funcionamiento de nuestra musculatura, también podemos mejorar nuestra capacidad mental y psicológica con un entrenamiento adecuado. Si vamos a la peluquería, a la esteticista o compramos prendas que nos hagan mejorar nuestra imagen física, ¿por qué no mejorar también nuestra imagen emocional? ¿O nuestras prestaciones psicológicas? Y en el caso de que ya seamos víctimas de la depresión, ¡aún con mayor razón! debemos acudir sin ningún tipo vergüenza al psicólogo, que nos ayudará a superar nuestros problemas.
       Es muy posible no obstante, que algunos lectores piensen que la Psicología es una pérdida de tiempo. Evidentemente, puede serlo en algunos casos, pero no más de lo que puede ocurrir con cualquier otro tipo de servicio terapéutico o médico. Pongamos un ejemplo de su eficacia como botón de muestra.
       En un estudio realizado con 180 personas afectadas de depresión, se constató al final del mismo, un 70% de éxito aplicando solamente psicoterapia cognitiva, contra un 49% de éxito administrando sólo medicación antidepresiva (102). Se debe diferenciar no obstante, aquellos casos en que coexisten trastornos de personalidad además de la depresión, en cuyo caso la medicación puede tener un mayor porcentaje de éxito. Si analizamos este resultado observamos que, efectivamente, hubo personas que no tuvieron éxito, pero es que ocurrió lo mismo con los que se medicaron, ¡y con mayor cantidad de fracasos además! Por lo tanto, no se puede afirmar que la Psicología no sea eficaz. También hay que tener en cuenta, que la psicoterapia cognitiva es solamente una de las muchas técnicas utilizadas en Psicología, pero hay otras más, y por lo tanto, existen otros enfoques y estrategias técnicas que pueden permitir que la persona con problemas depresivos pueda tener su formula personalizada, capaz de ayudarle a resolver su problema.
       Pero también sabemos que al sersonalizada, le ar posibilidadricia publicar lo que publica.  nuestra dieta deficitaria en Omega-3, y al mismo tiempo excesivamente elevada en Omega-6, se propicia que tengamos una menor capacidad biológica para afrontar estos problemas, y acabemos deprimiéndonos. Pongamos un sencillo ejemplo para comprender más sencillamente, el porqué de la necesidad de proporcionar Omega-3 al organismo en situaciones de mayor estrés psicológico. Además, hemos de tener presente que el estrés también afecta a las células, y éstas sufren igual que sufrimos nosotros.
       Imaginémonos un coche. Si hacemos solamente unos pocos kilómetros de vez en cuando, habrá que cambiarle el aceite del motor solo muy pocas veces. Pero si cada día hacemos un montón de kilómetros, vamos por todo tipo de carreteras y caminos, el motor sufrirá más, habrá que cambiar más a menudo el aceite y reponer la pérdida o gasto que pueda tener. Pues bien, al igual que pasa con el motor del coche, a mayor situación de estrés hay más trabajo mental y más desgaste neuronal, de forma que el aceite EPA, que conforma la membrana celular, tendrá que ser repuesto más a menudo, administrándole mayor cantidad, porque si no, no podrá afrontar toda la tensión y el trabajo al que se la somete y se bloqueará su capacidad neurotransmisora, apareciendo la depresión cuando ya no pueda modular correctamente la serotonina, igual que se puede bloquear y estropear el motor del coche, si se queda sin el aceite que necesita para funcionar correctamente.
       En el año 1986, la Clinical Research Center, University Department of Psychiatry, en Antwerp (103), realizó un estudio con mayores de 60 años, residentes en los Países Bajos, en el que se constató que cuanto más altos son los niveles de Omega-3 en la sangre, menores posibilidades tenían de estar deprimidos (104). Muchas otras investigaciones lo confirmaron y demostraron además, las propiedades terapéuticas y preventivas de este recurso natural. (105), (92), (93), (106), (107), (100), (108). Por eso, la Asociación de Psiquiatría Americana –APA-, recomendó como preventivo y tratamiento complementario a la depresión, tomar Omega-3, especialmente EPA, y en menor medida DHA.
       Demos una hojeada a algunas de las investigaciones más interesantes.
       En la MRI Unit, Imperial College School of Medicine, Hammersmith Hospital, de Londres (109), se realizó en el año 2001, bajo el título de Eicosapentaenoic acid in treatment-resistant depression associated with symptom remission, structural brain changes and reduced neuronal phospholipid turnover, una investigación en la que se agregó E-EPA, al tratamiento antidepresivo convencional de un paciente severamente deprimido y con tendencia al suicidio, con una historia de siete años de síntomas depresivos continuos. El resultado fue una mejora clínica evidente y sostenida en el plazo de un mes, de todos los síntomas depresivos, cesando incluso las ideas suicidas que previamente eran constantes. Asimismo, los síntomas de fobia social también mejoraron de forma clara y evidente.
       Aunque este caso sea individual y por tanto no puede ser considerado representativo, arroja datos muy interesantes, porque además de la mejoría sintomática experimentada, las imágenes registradas en la resonancia magnética que se realizaron después de nueve meses de tratamiento, demostraron cambios estructurales en el cerebro con una reducción en el volumen de los ventrículos laterales, recuperando tejido cerebral. El Dr. Puri, responsable de este estudio, concluyó que el EPA puede estimular las células madre del cerebro para producir nuevas células nerviosas, ofreciendo así esperanza para una amplia variedad de dolencias. ¡Y esto resulta importantísimo!
       En los últimos años, y en este mismo hospital, se han ido desarrollando y mejorado las técnicas de IRM –imagen por resonancia magnética-, ya que consideran que debería ser utilizada por los investigadores que estudian las ventajas del tratamiento con los ácidos grasos omega-3, para corroborar visualmente su eficacia (110), hecho que por otra parte, ha sido ampliamente comprobado en otros estudios en los que también se había administrado EPA, verificándose cambios estructurales. (111).
       En un estudio llevado a cabo en el año 2002, por el Ministry of Health Mental Health Center, Faculty of Health Sciences, Ben Gurion University of the Negev (112), en el que se incluyó a 20 personas con depresión recurrente, un grupo de psiquiatras analizó los efectos el E-EPA. Los pacientes estaban deprimidos a pesar de la medicación antidepresiva y no mejoraban en el momento de entrar en el estudio. Se les dividió en dos grupos, y recibieron al azar una cápsula de E-EPA o de placebo además de la medicación que estaban tomando todos, según fueran del grupo experimental, o del grupo de control. Después de cuatro semanas, seis de los diez pacientes del grupo E-EPA y sólo uno del grupo placebo habían reducido significativamente los síntomas de depresión. El efecto del E-EPA fue evidente y significativo desde la segunda semana. A las tres semanas no obstante, se había observado ya que el mal humor, el sentimiento de culpa y el insomnio habían mejorado.
       En el departamento de Psiquiatría de la Universidad Sheffield (113), setenta personas con depresión resistente al tratamiento con antidepresivos, fueron elegidas aleatoriamente y divididas en cuatro grupos para recibir durante 12 semanas el E-EPA, en dosis de 1g, 2g o 4g al día, o placebo, como complemento de su medicación antidepresiva. El 60% del grupo 1g de E-EPA experimentó una mejora clínica significativa (al menos una reducción del 50% de la escala de depresión de Hamilton), el 25% del grupo placebo también mejoró significativamente, pero los grupos E-EPA de 2g y 4g no consiguieron ninguna mejora estadísticamente significativa. El resultado evidenció que la dosis más eficaz era la de 1g diario, y tomar más dosis, no aportaba necesariamente resultados positivos.
       En el departamento de Psiquiatría del China Medical Hospital, de Taichung, el Dr. Kuan- Pin (94)  realizó un estudio doble-ciego de 8 semanas sobre 28 pacientes con depresión mayor, a los que se les administró 9,6g de omega-3 o placebo. Al finalizar el estudio, el grupo omega-3 había obtenido mejores resultados en la Escala Hamilton para la depresión, que el grupo placebo.
       El psiquiatra C. R. Casper, de la universidad norteamericana de Stanford (114), publicó el año 2004 en la revista Current Psychiatry Reports, que los estudios controlados con placebo en pacientes tratados con antidepresivos sugerían que una terapia complementaria con EPA mejoraba claramente los síntomas de la depresión grave.
       Por su parte, The International Journal of Neuropsychopharmacology publicó un estudio titulado Ethyl-eicosapentaenoate and dexamethasone resistance in therapy-refractory depression (115), en el que admitía que no se conoce bien el mecanismo de acción del EPA en la depresión, pero aseguraba que el E-EPA tiene un efecto clínico marcado cuando se utiliza como terapia complementaria en la depresión, a tenor de las evidencias acumuladas.
       Como hemos visto anteriormente, Le Laboratoire de Biologie Médicale, en París (2), hizo publica su convicción, de que no siendo los ácidos grasos omega-3 sintetizados por el organismo, era esencial su ingestión para mantener en buen estado el equilibrio fosfolípidos y la fluidez de las membranas celulares, permitiendo así, una buena modulación de las actividades enzimáticas, productoras y receptoras de los neurotransmisores, en este caso de la serotonina, de forma que consideraban muy beneficiosa su ingestión para la depresión mayor.
       En un estudio titulado Relationship between omega-3 fatty acids and plasma neuroactive steroids in alcoholism, depression and controls, que relacionaba alcoholismo y depresión, realizado en el año 2006 (116), se analizaron los niveles plasmáticos de ácidos grasos esenciales de cadena larga y neuroesteroides –unos productos químicos neuroactivos implicados en procesos y enfermedades neurofísicas- de 18 personas sanas y 34 con alcoholismo, depresión o ambos problemas a la vez. Los resultados mostraron que, quienes tenían los niveles más bajos de ácidos grasos Omega-3 mostraban los niveles más altos de neuroesteroides, así como la afectación del eje hipotalámico-hipofisariosuprarrenal, que es la parte del sistema neuroendocrino que controla las reacciones al estrés, y regula la respuesta endocrina, inmunológica, emocional y energética.
       Pero los Omega-3 no solo muestran su eficacia en la depresión de los adultos, sino también en los niños. En un estudio piloto llevado a cabo el 2006, en Israel por la Faculty of Health Sciences, Ben Gurion University of the Negev (117), demostró que la ingestión de omega-3 como monoterapia durante un mes por parte de niños de entre 6 y 12 años con depresión, obtuvo mejoras significativas sobre varias de las escalas CDRS, concluyendo que había quedado demostrado que la ingestión de Omega-3 puede tener ventajas terapéuticas en la depresión de la niñez.
       En el año 2007, fue presentado en la American Psychosomatic Society (118), un estudio realizado por el Department of Psychiatry, University of Pittsburgh, School of Medicine, en Pittsburgh, que mostraba cómo los ácidos grasos omega-3 podían propiciar cambios estructurales beneficiosos en las zonas del cerebro reguladoras de las emociones. 55 personas sanas fueron sometidas a sendas resonancias magnéticas, para verificar el volumen de la materia gris en partes concretas del cerebro, relacionándolo con la ingesta de omega-3 de sus dietas. Los resultados mostraron que los sujetos que más omega-3 consumían en su dieta, evidenciaban un mayor volumen de materia gris en las áreas del cerebro, especialmente la zona cortico-límbica, concluyendo finalmente, que estas grasas podían tener efectos beneficiosos sobre la memoria y la regulación del estado de ánimo.
       En esta misma línea se pronunciaba el estudio titulado “Nutritional therapies for mental disorders” que realizó la Global Neuroscience Iniciative Foundation, de Los Ángeles (91). En él que se constató, que los pacientes con depresión tenían déficits de vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales omega-3, por lo que recomendaron su utilización como suplementos alimenticios.
       Un importantísimo y clarificador trabajo fue publicado por el Australian and New Zealand Journal of Psychiatry (119). Los participantes, personas con depresión mayor, fueron divididos en tres grupos. Durante 8 semanas administraron al primer grupo 20mg diarios de fluoxetina, al segundo grupo 1000mg diarios de EPA y al tercer grupo la combinación de ambos. Al término de este tiempo, la mejora de los indicadores de la depresión fue del 50%, 56% y 81% para cada grupo respectivamente, siendo la conclusión del estudio que la complementación de fluoxetina con EPA mejora significativamente los resultados en el tratamiento de la depresión severa. Sin embargo no se puede obviar que el EPA superó el nivel de mejora conseguido en el grupo fluoxetina, con las ventajas añadidas de que no comporta efectos secundarios como ésta, y que en lugar de inhibir temporalmente la recaptación de la serotonina, lo que hace es nutrir la membrana celular, consiguiendo que ésta recupere parte de su funcionalidad y capacidad moduladora de la neurotransmisión, rehabilitándola. Esta capacidad natural del EPA combinada con la acción de la fluoxetina, explicaría que su se consiga un resultado conjunto del 81%, un más que apreciable 31% mayor que el resultado obtenido con fluoxetina sola.
       Vemos claramente pues, la eficacia comprobada que se puede conseguir en casos graves, si se combinan los Omega-3 con medicamentos, y lo inconsistente que resulta la actitud de algunos psiquiatras, de no querer complementar sus tratamientos farmacológicos.
       Pese a los evidentes resultados positivos de los Omega-3, la curiosidad científica hace que se vayan realizando más investigaciones para descubrir cuáles pueden ser los mecanismos íntimos de actuación, o qué parte de responsabilidad pueden tener el DHA y el EPA, en los efectos beneficiosos sobre los trastornos depresivos. Algunos autores sugerían que al ser el DHA el más abundante en el cerebro, podría jugar un papel importante en la depresión (120), (121), mientras que otros requerían precaución y más investigaciones para comprobarlo (122). Lo cierto es que diversos resultados obtenidos mostraron que el DHA no era efectivo en la depresión mayor, mientras que el EPA sí lo era, de ahí que la propia Asociación de Psiquiatría Americana –APA-, optara por recomendar EPA en mayor cantidad que DHA, para este tipo de trastorno y la esquizofrenia. Pero también hay quien recomienda suministrar EPA de forma aislada, para conseguir mejores resultados en depresión, ya que de esta forma, las moléculas de EPA no entran en competencia con las de DHA por los mismos receptores celulares, y así sus efectos son más nítidos y eficaces.
       Un ejemplo de esto lo hallamos en un artículo del Current opinion in investigational drugs, de Londres, con el título The role of omega-3 fatty acid in mood disorders (123). Explica los resultados de un análisis de 12 estudios de intervención utilizando E-EPA y DHA en la depresión unipolar y bipolar. En cuatro de los siete estudios llevados a cabo en individuos deprimidos y en dos de los cinco en pacientes bipolares, tuvieron un resultado positivo después de la suplementación con E-EPA, mientras que en tres pruebas llevadas a cabo con DHA, no hubo ningún resultado significativo.
       La Universidad de Lakehead, en Ontario (124), realizó un estudio en que se analizaron las investigaciones realizadas antes de abril de 2007, y comprobaron que si bien las muestras de participantes eran más bien pequeñas, dichas investigaciones fueron bien diseñadas, de forma que se pudo deducir, que la suplementación con EPA solo, era más eficaz que la administración de Omega-3 o de DHA, especialmente en la depresión y la esquizofrenia.
       Otro de estos estudios sin resultados para el DHA en la depresión, fue llevado a cabo por el departamento de Psiquiatría del Baylor Colegio de Medicina, en Houston (125). 36 pacientes deprimidos fueron divididos en dos grupos. Al primero se le administró 2g al día de DHA, mientras que al segundo grupo se le administró placebo. A las 6 semanas, el grupo DHA tuvo un 27,8% de respuesta positiva, mientras que el grupo placebo lo hizo un 23,5%. La conclusión fue que la diferencia entre ambos grupos era demasiado pequeña como para ser significativa.
       En este mismo línea, un estudio doble-ciego realizado en el Centro de Investigación de nutrición de niños, en Houston (126), suministró durante 4 meses a mujeres que amamantaban divididas en dos grupos, 200mg de DHA o placebo. Al cabo de este tiempo se confirmó que se previno la habitual disminución de DHA en el plasma, durante el amamantamiento, cosa importantísima para que la leche materna contenga el DHA imprescindible para una buena formación cerebral y de la retina del niño, pero no se encontró mejora alguna en los síntomas de depresión postparto en la madre. Esta habitual disminución de DHA en la leche de las madres con depresión postparto también fue constatada en otro estudio estadounidense (127). Asimismo, en el año 2008 (128), se suministraron 1,9gr diarios de omega-3 a 51 mujeres con depresión posparto durante 8 semanas, no observándose ninguna diferencia significativa.
       Este resultado en la administración conjunta de DHA y EPA, que tampoco fue eficaz en la depresión postparto, coincide con las que se administró solamente DHA, y también con el estudio que se llevó a cabo la Osaka Maternal and Child Healt (129), en el que se estudió la dieta durante el embarazo de 865 mujeres japonesas, no observándose ninguna asociación clara entre la ingesta de pescado y la prevención de la depresión postparto, lo que nos hace pensar que en este trastorno, el peso del factor psicológico, puede ser más importante que el biológico y nutritivo.


En el trastorno bipolar


       El departamento de Psiquiatría de Harvard Medical School (89), diseñó un experimento dos veces ciego, placebo-controlado, comparando Omega-3 en dosis de 6,2g de EPA y 3,4g de DHA diarios, contra placebo -aceite de oliva-, además de tratamiento habitual en 30 pacientes con trastorno bipolar. El análisis de supervivencia de Kaplan-Meier encontró que el grupo Omega-3 tenía un período considerablemente más largo de remisión y mejora de la enfermedad, que el grupo placebo. La conclusión fue que el tratamiento con Omega 3 mejoraba el curso a corto plazo de la enfermedad y que era bien tolerado, siendo los únicos efectos adversos algunas perturbaciones de estómago y un cierto sabor a pescado en la boca en algunos pacientes.
       Asimismo, un estudio posterior, realizado por Harvard Medical School (93) también mostró el beneficio de complementar el tratamiento del desorden bipolar con Omega-3, pues 9 de 14 pacientes adultos bipolares respondieron al tratamiento.
       Un estudio demográfico titulado Cross-National Comparisons of Seafood Consumption and Rates of Bipolar Disorders (130), y publicado en  The American Journal of Psychiatry el año 2003, analizó las correlaciones entre el predominio de desórdenes bipolares en la población con respecto al consumo de omega-3 proveniente de mariscos. Los resultados confirmaron una correlación positiva, de forma que a mayor consumo de mariscos, y consecuentemente de Omega-3, menos presencia de enfermedad bipolar en la población.
       Otro trabajo publicado por The British Journal of psychiatry (131), en el año 2006, demostró mediante sus resultados clínicos, confirmados por la resonancia magnética, que el E-EPA actúa en el cerebro de la misma manera que el litio, estabilizando sus emociones. Se administró a un grupo de bipolares 1g al día, al segundo grupo 2g al día, y al tercer grupo placebo. Los resultados mostraron que había una mejora significativa en los grupos tratados con E-EPA respecto al grupo placebo.
       En este sentido, un estudio constató también, que una alta ingesta de EPA, puede no ser eficaz, y no comportar beneficio alguno. Fue llevado a cabo por la University of Cincinnati College of Medicine and the Mental Health Care Line, en Ohio (132). Se administraron 6g diarios de EPA durante 4 meses a enfermos bipolares. El resultado fue que en general, no se encontró evidencia de eficacia con el tratamiento complementario de EPA con respecto al grupo placebo. Contrasta llamativamente este resultado con el de otras investigaciones realizadas con menor cantidad, en las que sí hubo resultados significativos. Quizás sea que el EPA sólo tiene eficacia en menor cantidad, o que en este tipo de patología, necesite la colaboración del DHA.
       Estas limitaciones en los resultados que muestran algunos estudios, pueden ser debidas a las características de los propios diseños de las investigaciones y las distintas variables estudiadas, pero también a las características personales y patológicas de algunos pacientes, ya que aunque todos ellos tengan el trastorno bipolar, no todos tienen el mismo nivel de afectación, ni de otros problemas de salud concurrentes, que pueden incidir de forma importante en el problema, más teniendo en cuenta la misma base común proinflamatoria que tienen muchas de ellas, provocando posibles interacciones entre si.
       Así pues, las diferencias individuales en estos casos, pueden muy importantes de cara a la dificultad de obtener resultados uniformes y generalizables.


En el trastorno límite de la personalidad: Borderline


       En el año 2003, The American Journal of Psychiatry (133) publicó un estudio realizado en Harvard, cuyo objetivo era comparar la eficacia del E-EPA en el tratamiento de 30 mujeres con trastorno límite de la personalidad. Se realizó un diseño placebo-controlado, doble ciego durante 8 semanas. 20 mujeres escogidas al azar fueron asignados para tomar 1g/día de E-EPA, mientras que a las 10 restantes se les dio placebo. El 90% de las pacientes de los dos grupos completaron las 8 semanas de prueba. Los análisis finales demostraron que los resultados del E-EPA eran muy superiores al placebo, y por lo tanto, los investigadores concluyeron que el E-EPA podía ser una forma natural y eficaz de monoterapia para mujeres con trastorno borderline.
       En la actualidad, el Hospital Universitari Vall d'Hebron Research Institute, de Barcelona, está llevando a cabo un estudio titulado Efficacy of Omega-3 Fatty Acids on Borderline Personality Disorder, el cual está previsto que finalice en septiembre del año 2011. El motivo de la investigación es comprobar que una formula compuesta de E-EPA + E-DHA pueden constituirse como nuevo tratamiento para este trastorno, que tenga como consecuencia la remisión del mismo, es decir, que “cure”, ya que los tratamiento más efectivos que se utilizan actualmente para combatir esta enfermedad, que son la psicoterapia cognitivo-conductual y la farmacoterapia, comportan solamente mejoras de algunos síntomas, pero no su remisión, según afirman los autores de la investigación.