PRIMERA PARTE: LOS OMEGA-3
Los Omega-3 y su importancia en nuestro
organismo
Para comprender mejor a los Omega-3 y su
importancia real para nuestro organismo, es conveniente conocer, aunque sólo
sea superficialmente, sus características y funciones básicas. La información
que se resume a continuación, permitirá a los lectores, situarse en el contexto
adecuado para entender y aprovechar más eficientemente las explicaciones de
este libro.
Conociendo
los ácidos grasos y los Omega
Conjuntamente con las proteínas y lo hidratos
de carbono, los lípidos –a los que habitualmente se les llama grasas-, son los
tres nutrientes principales que obtenemos de nuestra alimentación. Estos
lípidos o grasas, técnicamente suelen dividirse en saponificables o
insaponificables, dependiendo de si poseen o no, ácidos grasos en su
composición. Pues bien, estos ácidos grasos, debido a su naturaleza lipídica, son
utilizados mayormente por nuestro organismo para obtener energía, pero además, son
vitales en procesos metabólicos y celulares importantísimos.
Estos ácidos grasos, que son absorbidos
en el intestino, se clasifican principalmente en saturados -que suelen ser
sólidos a temperatura ambiente si su cadena de átomos es larga-, o insaturados
-que suelen ser líquidos a temperatura ambiente-. Los insaturados a su vez, pueden
ser monoinsaturados y poliinsaturados, en función de si tienen uno o varios
átomos de carbono insaturado.
Los ácidos grasos saturados se
encuentran principalmente en las grasas de los animales, mientras que los
monoinsaturados, son los aceites que se encuentran principalmente en el reino
vegetal, siendo el de oliva, uno de sus mejores representantes.
Los ácidos grasos poliinsaturados por su
parte, que serán los que centrarán nuestro máximo interés a partir de ahora, son
considerados nutrientes esenciales por el hecho de que el organismo no puede
sintetizarlos, y por lo tanto, resulta “esencial” ingerirlos mediante la
alimentación. Entre los ácidos grasos esenciales poliinsaturados, se encuentran
el ácido linoléico, llamado también Omega-6, y el ácido linolénico, llamado
también Omega-3.
En el grupo de los Omega-6 destacan por
su importancia, el ácido gamma-linolénico, que se escribe abreviadamente “GLA”,
y el ácido araquidónico, abreviado como “AA”. Se encuentran mayormente en las
semillas y aceite de girasol, cártamo, onagra, soja, sésamo, maíz, nueces, cacahuetes,
etc. También hay carnes que tienen un alto contenido de ácido araquidónico,
especialmente en carnes grasas del cerdo, y en aquellos animales que han sido
alimentados con piensos y semillas ricas en Omega-6 –que suelen ser la mayoría
de animales alimentados intensivamente-. Asimismo, lo podemos encontrar en los
ingredientes de muchos productos elaborados industrialmente, especialmente en
margarinas.
Por su parte, en el grupo de los Omega-3,
destacan el ácido eicosapentaenoico, que se escribe abreviadamente “EPA”, y el
ácido docosahexaenoico, que abreviado se conoce como “DHA”, los cuales se
encuentran de forma más abundante en los pescados azules como el arenque, sardina,
caballa, atún, bonito, salmón, algunos crustáceos, aceite de linaza, soja,
colza y nueces, entre otros.
Veámoslos esquemáticamente en un cuadro,
para poder recordarlos más fácilmente:
CUADRO DE LOS PRINCIPALES ÁCIDOS GRASOS
POLIINSATURADOS OMEGA
Omega-6 -Ácido linoléico-
|
Omega-3 -Ácido linolénico-
|
GLA -Ácido gamma-linolénico-
|
ALA -Ácido alfa-linolénico-
|
AA -Ácido araquidónico-
|
EPA -Ácido eicosapentaenoico-
|
|
DHA -Ácido docosahexaenoico-
|
NOTA
IMPORTANTE
A partir de este momento, y con la finalidad de facilitar al máximo
la lectura, utilizaremos solamente las siglas abreviadas para distinguir los
ácidos grasos poliinsaturados esenciales.
Los lectores encontrarán también en
algunas de las investigaciones que se citan, las siglas E-EPA. Se trata del
“etilo-eicosanpentaenoico”, que es un EPA
que ha sido esterificado con tal de aumentar su capacidad lipofílica, es
decir, su capacidad de absorción, atravesando mejor la membrana hemato-encefálica.
También existe el E-DHA, aunque es menos utilizado. El E-EPA está libre de
colesterol, triglicéridos, ácidos grasos “trans” y contaminantes, con un color
pálido, gusto y olor suaves. Es un complemento alimenticio que se puede
encontrar en herbolarios, dietéticas y farmacias, y al que no se le conocen
efectos secundarios después de estar investigándose y utilizándose desde los
años 80, evidenciando ser totalmente seguro para el uso continuo a largo plazo,
características que propician que sea utilizado por muchos equipos
investigadores para realizar sus estudios y tratamientos.
Omega-3 -Ácido linolénico-
|
-etilo-eicosapentaenoico- E-EPA
|
Omega-3
en la alimentación, y el problema de la contaminación
Se ha verificado mediante diferentes
estudios científicos y epidemiológicos, que la dieta humana debería incluir una
ingesta regular de pescado con suficiente Omega-3, para mantener un estado de
salud óptimo. Sin embargo, existen numerosos factores sociales, culturales o
económicos, que en muchas ocasiones lo dificultan, dándose entonces las
circunstancias propicias, para la aparición gradual de condiciones que
desembocarán en enfermedades de distinta gravedad, tal como los lectores podrán
comprobar más adelante.
Existen libros muy interesantes en el
mercado, que aportan numerosos y buenos ejemplos de menús ricos en Omega-3. Por
ese motivo, he optado por no incluir menús en esta obra, pues he preferido
concentrar los recursos y el espacio, en explicar y divulgar las
extraordinarias propiedades de estos nutrientes como agentes de salud, tanto
para la prevención, como para la mejora y el tratamiento de un buen número de
trastornos y enfermedades.
Pero por desgracia, existe un grave
problema que debemos tener muy presente, que es la contaminación de los mares. Debido
a esta circunstancia, las grasas de algunos peces pueden contener cantidades
importantes de productos químicos tóxicos, entre los que se encuentran el
bifenilo policlorinado, metales como el mercurio, o contaminantes como la
dioxina. Este gravísimo inconveniente implica, la necesidad de extremar las
precauciones en caso de realizar un elevado consumo de pescado en según qué
zonas del planeta, y según qué tipo de pescado. La contaminación planetaria y
el cambio climático, constituyen unos problemas de tan extrema gravedad, que
todos los gobiernos y la sociedad en general, deberían actuar al unísono, de forma
decidida, contundente, solidaria e inmediata, porque nos estamos acercando
a un punto sin retorno, en el que
peligra la vida sobre la Tierra,
condenando irremediablemente a nuestros descendientes más próximos.
El problema de la contaminación, además
de la posibilidad de afectar tóxicamente al consumidor directo de pescado,
también puede llegar a ser peligroso cuando se toman suplementos de Omega-3 en
cápsulas si no se toman precauciones. Por ello, es aconsejable que estos
productos hayan sido sometidos a unos procesos de refinado o destilación muy eficientes,
de tal forma que se asegure la absoluta eliminación de sustancias tóxicas, y se
obtenga un producto de una alta pureza y concentración.
Propiedades
de los ácidos grasos poliinsaturados esenciales Omega 6 y 3
Los Omega 6 y 3, son componentes básicos
y fundamentales de las membranas celulares, determinan su fluidez y
flexibilidad, e intervienen entre otras funciones, en la modulación de la neurotransmisión,
en la formación de algunas hormonas, en el correcto funcionamiento del sistema
inmunitario, en la correcta formación de la retina o en el funcionamiento de
las neuronas.
Una característica de ambos Omegas, es
que son precursores de eicosanoides, unas sustancias con una acción similar a
las hormonas, que regulan algunas importantes funciones biológicas en las
células y en nuestro organismo, cuya denominación fue usada por primera vez en
el año 1980, por el científico norteamericano E. J. Corey. Estos eicosanoides –los
más importantes son las prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos-, pueden
ser “buenos o malos” –se trata de una división parecida a la que se hace con el
colesterol, el bueno y el malo-, pero dado que en pequeñas proporciones y de forma
equilibrada, gracias a sus respectivos antagonismos, son todos beneficiosos y necesarios
para que el organismo pueda compensar y autorregular funciones fundamentales,
prefiero calificarlos como “positivos” o “negativos”.
Los eicosanoides “positivos”, en general, inhiben la agregación
plaquetaria, promueven la vasodilatación, inhiben la proliferación celular,
estimulan la respuesta inmunológica y tienen unos pronunciados efectos
antiinflamatorios, mientras que por su parte, los eicosanoides “negativos”
favorecen la agregación plaquetaria, producen vasoconstricción, proliferación
celular, deprimen el sistema inmunitario y tienen efectos proinflamatorios, es
decir, que favorecen las inflamaciones orgánicas.
En el año 1982, se premió con el Nobel de
Medicina y Fisiología, unos trabajos de investigación de los científicos, Bergström,
Samuelsson y Vane sobre las prostaglandinas y sustancias afines –o sea, eicosanoides-.
Estos y otros estudios posteriores, comprobaron que dichas prostaglandinas y
las prostaciclinas, resultaban vitales para regular la presión arterial, la función
inmunitaria, renal, división celular y respuesta al dolor. Asimismo, verificaron
que los tromboxanos resultaban claves en la coagulación de la sangre, mientras
que los leucotrienos eran fundamentales en los procesos inflamatorios y respuesta
alérgica, principalmente.
El éxito de estos científicos estimuló
la realización de más estudios, que fueron verificando cómo del GLA –ácido
graso perteneciente al grupo Omega-6-, se derivaban prostaglandinas, tromboxanos
y leucotrienos de la llamada serie 1, los cuales tienen respectivamente, una
acción antiinflamatoria, anticoagulante y antivasoconstrictora, es decir, que son
beneficiosos para la salud –y por lo tanto, son considerados eicosanoides
positivos-. Que del AA, perteneciente también al grupo Omega-6, se derivaban
prostaglandinas de la llamada serie 2, tromboxanos y leucotrienos de la serie
4, que son inflamatorios, procoagulantes y vasonconstrictores, es decir, que en
pequeña proporción tienen funciones reguladoras y compensadoras, pero que si se
encuentran en exceso, son perjudiciales para la salud –y por lo tanto, son eicosanoides
negativos-. También se verificó que en según qué condiciones biológicas, el GLA
pasa a convertirse en AA, ya que es su precursor, y por lo tanto, sus efectos
pueden pasar de ser beneficiosos, a ser
perjudiciales –es decir, pasa de promover eicosanoides positivos, a
promover eicosanoides negativos-. Y finalmente se comprobó, que del EPA –perteneciente
al grupo Omega-3-, se derivan prostaglandinas de la llamada serie 3,
tromboxanos y leucotrienos de la serie 5, que al igual que los de la serie 1,
tienen una acción antiinflamatoria, anticoagulante y antivasoconstrictora, y
por lo tanto, son beneficiosos para la salud –y por consiguiente, eicosanoides positivos-.
En el año 2002, un interesante trabajo de investigación
publicado en el Journal of the American
College of Nutrition, llevado por The
Center for Genetics, Nutrition and Health, en Washington, (1) mostraba cómo la enfermedad coronaria, la depresión
mayor, el envejecimiento y el cáncer, se caracterizan por un mayor nivel de
interleuquinas proinflamatorias –eicosanoides negativos que son específicamente
unas proteínas producidas por el sistema inmunitario-. El estudio mostraba además, que la artritis, la enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y el lupus,
eran enfermedades autoinmunes caracterizadas por un alto nivel de la
interleuquina y leucotrienos proinflamatorios –recuerden, eicosanoides
negativos-, producidos por ácidos grasos Omega-6.
La
investigación confirmó además, que los Omega-3 poseían la más potente capacidad
inmunomoduladora, a la par que confirmaba propiedades antiinflamatorias, dado
que los resultados de los ensayos revelaron un significativo beneficio en la
disminución de estas enfermedades, comportando al mismo tiempo, una interesantísima
reducción de los medicamentos antiinflamatorios. Es decir, estas investigaciones
demostraban que los Omega-3 reducían enfermedades coronarias, depresión mayor,
envejecimiento, cáncer, artritis, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, lupus…
¿Bien, qué les parece todo esto como carta de presentación de los Omega-3?
Otras muchas
investigaciones científicas, algunas
anteriores y otras posteriores, fueron conformando un conjunto de datos
confirmatorios de estos beneficios que tienen para la salud los Omega-3, mostrando
claramente su eficacia en la prevención y control de enfermedades crónicas
coronarias, hipertensión, cáncer, diabetes, desórdenes inflamatorios y
auto-inmunes, eccema, psoriasis, Alzheimer, depresión, esquizofrenia, fibromialgia,
esclerosis múltiple…, tal como se refleja por ejemplo, en la publicación de Reproduction, Nutrition, Development (2) en el año 2004.
En el año 2006, el Children Hospital Boston (3), dio a conocer un trabajo en
el que se habían contrastado multitud de estudios, mediante una amplia revisión
de la bibliografía, ensayos e investigaciones, estudios poblacionales,
metaanálisis y estudio de casos. Los
investigadores llegaron a la conclusión de que estaba claramente demostrado,
que un suplemento de Omega-3 proporcionaba un efecto protector en las
enfermedades del corazón, y en particular, de la muerte cardiaca repentina. Asimismo
quedó probado, un significativo beneficio en la artritis reumatoide con esta
simple intervención nutricional, consiguiendo mejoras importantes de los síntomas,
así como la reducción en la toma de medicamentos antiinflamatorios. Se verificó
además, la eficacia de la suplementación de la medicación con Omega-3 en muchos
trastornos psiquiátricos, particularmente esquizofrenia y trastorno depresivo
mayor, que mostraron claros resultados positivos.
Con lo
leído hasta aquí, empezamos a vislumbrar la importancia de los Omega-3 para
nuestro organismo, pero en los siguientes capítulos, profundizaremos un poco más
sobre su capacidad preventiva y terapéutica, analizando las claves que algunas
investigaciones científicas han ido dejando al descubierto.
Los lectores irán comprobando, cómo los
Omega-3 “EPA y DHA”, se convertirán por méritos propios, en los grandes
protagonistas de la primera parte de este libro, en su rol de “héroes”,
mientras que el Omega-6 “AA”, también
compartirá este máximo protagonismo, pero su papel será de “malo de la
película” –aunque como todo malo, también tiene su rinconcito bueno, ya que
como se ha dicho antes, todos estos nutrientes son esenciales y tienen
funciones positivas, si se hallan en cantidades adecuadas y equilibradas-.
El desequilibrio entre Omega-6 y Omega-3, y sus
graves consecuencias
Este apartado es de vital importancia
para comprender el actual incremento de muchas enfermedades crónicas y
degenerativas en nuestra sociedad. Les aconsejo lo lean con la máxima atención.
Se ha comprobado experimentalmente en
numerosas investigaciones, que un exceso de Omega-6, especialmente de AA, ya
sea ingerido directamente o indirectamente por conversión de su precursor GLA, puede
ser muy perjudicial para el organismo.
Efectivamente, si se produce este
desequilibrio a favor del Omega-6 sobre el Omega-3, nos encontramos con una “situación
metabólica proinflamatoria”, que deteriora paulatina y silenciosamente nuestro
organismo, durante los años en que se mantiene este exceso de Omega-6 en la
alimentación, y favoreciendo la aparición gradual de patologías inflamatorias y
autoinmunes, ya sean de tipo cardiovascular, inflamaciones de colon, de hígado,
de las articulaciones, fibroamialgia, alergias, psoriasis, diabetes o cáncer.
Incluso trastornos mentales y emocionales.
Para los lectores que no estén
previamente introducidos en estas cuestiones, les resultará muy llamativo,
chocante o increíble, que un exceso de Omega-6 en la dieta alimenticia, pueda
promover la aparición de enfermedades aparentemente muy diferentes entre si, ya
que además, son tratadas por distintos especialistas separadamente y por fármacos
específicos. Sin embargo, las investigaciones han confirmado las claras evidencias
de este nexo causal común.
Los lectores irán comprendiendo
gradualmente además, que estas enfermedades de tipo crónico o degenerativo, no aparecen
por azar de un día para otro, ni de una semana para otra, sino que una
alimentación desequilibrada durante meses o años, las va fraguando, propiciando
su gradual desencadenamiento, y manifestándose de distinta manera en cada
persona, según su constitución genética, sus hábitos, su cultura o el medio ambiente
en el que se desenvuelva. Investigaciones científicas realizadas con familias y
hermanos, han demostrado claramente que en el cáncer por ejemplo, solamente
existe un 15% de causa genética común, mientras el resto es debido a causas
externas o ambientales.
El modelo general de alimentación
occidental, que es el que sigue la mayoría de nuestra sociedad, es excesivo en
carbohidratos y grasas saturadas, alimentos refinados, aditivos químicos, así
como en ácidos grasos Omega-6, originando abundantes eicosanoides negativos, los
cuales son ingeridos directamente a través de aceites de semillas y de carnes,
o indirectamente a través de los ingredientes que contienen muchos productos
elaborados industrialmente. Paralelamente, este modelo de alimentación también suele
ser pobre en ácidos grasos Omega-3, provocando finalmente en su conjunto, que
se produzca un gran desequilibrio entre Omega-6 y Omega-3, a favor del primero, y cuyos
efectos, como ya hemos visto antes, son muy perjudiciales para la salud, ya que
al tratarse de una situación proinflamatoria que habitualmente se mantiene
durante mucho tiempo en la vida de una persona, va deteriorando silenciosamente
su organismo y su salud, bajo el aparente manto de pequeños trastornos, que
poco a poco van empeorando, complicándose, y propiciando la aparición de nuevas
y más graves enfermedades. Patologías que en modo alguno pueden considerarse
como consecuencia “lógica” del envejecimiento y del desgaste natural del
organismo, ni del “azar”, sino que en su gran mayoría son producto de unos
hábitos de vida poco saludables y nocivos, así como de carencias nutritivas,
mantenidas durante años, y complicadas por los efectos secundarios de muchos fármacos
que se utilizan para “curarlas”, pero que lejos de conseguirlo realmente, la
gran mayoría actúan solamente anulando y controlando los síntomas, pero manteniendo
la causa promotora primaria.
Según diversos estudios epidemiológicos,
se ha comprobado que este desequilibrio Omega-6/3, varía según las zonas geográficas
y los países, pudiendo encontrarse fácilmente proporciones superiores a 10:1 o 15:1,
es decir, que se ingieren 10 o 15 partes de Omega-6, por solamente 1 de Omega-3.
O incluso a veces, sobretodo en Estados Unidos, se llega a proporciones de 50:1
a favor del Omega-6. ¡Las consecuencias para la salud son funestas!
Según los especialistas, la proporción
ideal estaría en 1:1, es decir, en el equilibrio y la igualdad entre los
Omega-6 y los Omega-3. No obstante, se considera también aceptable una
proporción máxima de 2:1 o 3:1 a favor del Omega-6. Proporciones a partir de
4:1 hay que evitarlas activamente, porque a partir de ahí, cuanto mayor sea el desequilibrio
a favor del Omega-6 en detrimento del Omega-3, así cuanta más cantidad total ingerida
y tiempo durante el que se ha mantenido, peores serán sus efectos para la salud,
y más graves sus consecuencias.
Según el profesor Sanders, del King’s College, en Londres (4), el ratio o
proporción Omega-6/3 idóneo, debe estar por debajo de 3:1. Fruto de sus
investigaciones y amplia experiencia, afirmó que de lo contrario, el organismo
produce citoquinas proinflamatorias –unas proteínas producidas a partir del AA-,
que son las que provocan enfermedades cardiovasculares, determinadas
enfermedades mentales, obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2,
desórdenes autoinmunes y muerte prematura. Por su parte, el profesor Saldeen,
de la Universidad
de Uppsala (5), recomienda un ratio AA/EPA –o lo que es lo mismo, una
proporción Omega-6/3-, entre 1,5:1 y 2:1 a favor del Omega-6. Como vemos, hay
un consenso en el sentido de que es beneficioso equilibrar los dos tipos de Omega,
y que la diferencia a favor del Omega-6, sea mínima.
Se ha demostrado también, que este
equilibrio es importantísimo en los niños. Un estudio publicado en el año 2005
y realizado por el Institut de Recherche Signalisation, Biologie du Développement
et Cancer, Centre de Biochimie, Faculté des Sciences, Parc Valrose, en Niza (6), revisó y apoyó la evidencia de que el exceso de
Omega-6 es un potente promotor de la adipogénesis, siendo importantísima su
influencia si ésta se produce en el periodo de lactancia, puesto que se demostró
que favorece la futura obesidad del niño.
Otras muchas investigaciones han
confirmado de forma clara y evidente, que el equilibrio Omega-6/3 es vital para
controlar los procesos inflamatorios -que en su justa medida y de forma
controlada son un recurso defensivo natural, pero si persisten mucho tiempo son
dañinos-. El exceso de Omega-6 produce eicosanoides negativos, y éstos a su
vez, citoquinas proinflamatorias que provocan procesos inflamatorios prolongados
y degenerativos. Esta certeza es la que nos permite saber con conocimiento de
causa, que alteraciones como la respuesta alérgica, son favorecidas por los
leucotrienos que influyen en la producción histamínica, de la misma forma, que este
equilibrio también es necesario para prevenir problemas cardiovasculares, ya
que un exceso de Omega-6, y por lo tanto de tromboxanos –que serían
eicosanoides negativos-, favorece la formación de coágulos.
Las coincidencias en los resultados de las
investigaciones son evidentes. Pero sigamos analizando algunas más, para comprender
de forma más práctica, la importancia y las consecuencias de este desequilibrio
entre los dos Omegas, comprobando al mismo tiempo, que equilibrándolos, se
pueden corregir importantes trastornos físicos y mentales. Les resultará ciertamente
interesante.
El Journal of the American College of Nutrition (1) publicó un estudio en el que se comprobó, según experimentos
con animales y estudios clínicos, que los Omega-3 tiene propiedades beneficiosas
para las enfermedades inflamatorias, así como para las autoinmunes. En un trabajo posterior (7), se demostró que
los estudios antropológicos y epidemiológicos a nivel molecular, indicaban que
los seres humanos evolucionaron en una dieta con una proporción de Omega-6 con
Omega-3, de aproximadamente 1:1, es decir, una proporción de igualdad entre
ambos ácidos grasos poliinsaturados, mientras que en la dieta occidental
actual, la proporción es de 15:1 o mucho más, a favor del Omega-6, de tal forma
que se produce una situación proinflamatoria provocada por el exceso de AA, el
cual promueve la patogénesis de muchas enfermedades, aumentando el riesgo de
enfermedades cardiovasculares, inflamatorias y crónicas. El estudio confirmaba asimismo,
que por el contrario, un aumento de los niveles de Omega-3, especialmente de
EPA y DHA, hacía que esta proporción se equilibrara y disminuyeran los riesgos,
observándose además, efectos supresores de estas enfermedades, ¡esto es
importantísimo! Finalizaba consecuentemente, resaltando la eficacia de la
ingestión de Omega-3 de alta pureza, para equilibrar la proporción Omega-6/3 en
un plazo relativamente corto de tiempo, conclusión que resulta de capital
importancia, para entender y valorar la gran utilidad práctica y el beneficio que
podemos obtener ingiriendo cápsulas Omega-3 como suplemento alimenticio, para
mejorar fácilmente muchas de estas enfermedades, o para prevenirlas.
Aunque a veces nos dejamos llevar por la
espectacularidad de las “curaciones”, más que por la discreción que conlleva la
prevención, tenemos que tener muy en cuenta que resulta mucho más importante
prevenir que curar, especialmente cuando nos referimos al exceso de Omega-6,
por la sencilla razón de que su acción nociva y perjudicial se realiza
lentamente durante años, deteriorando nuestro organismo hasta tal punto, que
cuando queremos curarlo, quizás nos podemos encontrar con unos niveles de
afectación orgánica tales, que pueden impedir la regresión o mejora que
desearíamos, mientras que si evitamos que se vaya deteriorando al organismo,
nos ahorraríamos fácilmente, muchísimas de estas enfermedades y sufrimientos.
De ahí que resulte vital que los niños mejoren su alimentación, equilibrando
esta proporción, con el fin de prevenir y evitar estas enfermedades, a las que
son potenciales candidatos para sufrirlas.
A algunos lectores les puede llamar mucho la
atención, y parecerles increíble, que un “simple desequilibrio” en la ingestión
de los Omega, pueda propiciar la aparición y desarrollo de una gran diversidad
de patologías físicas crónicas graves, por lo que también les resultará sorprendente,
comprobar su determinante papel en patologías
emocionales como la depresión, un trastorno emocional capaz de empeorar el
pronóstico de las enfermedades orgánicas graves cuando concurren ambas al mismo
tiempo.
Efectivamente, existen muchísimas
investigaciones que así lo certifican, y algunas de ellas las analizaremos más
adelante. No obstante, veamos ahora una como aperitivo. Fue llevada a cabo por
el Servicio de Salud Mental del Hospital
de Rockhampton en el año 1996 (8). Se realizó con pacientes
con depresión de moderada a severa, estudiándose la relación entre la gravedad
de la depresión y sus niveles de Omega-6 y Omega-3. En los resultados se
encontró una mayor cantidad de AA en relación al de EPA, en los casos de mayor
severidad depresiva. Se demostró por consiguiente de forma clara, que a mayor
desequilibrio a favor del AA –o sea, de Omega-6 con respecto a los Omega-3,
mayor es la depresión.
También se ha comprobado experimentalmente,
que la base de muchas enfermedades crónicas deriva fundamentalmente de un
estado proinflamatorio prolongado, y los Omega-6, especialmente el AA, aumentan
el riesgo de enfermedades cardiovasculares o inflamatorias en personas con unas
determinadas condiciones genéticas, mientras que el EPA y el DHA son capaces de
disminuir los riesgos en estas personas (7).
Los procesos de equilibración entre los
Omega, fueron estudiados experimentalmente en la Universidad de Jyväskylä (9). Realizaron dos estudios doble
ciego –que es una modalidad de investigación en la que nadie sabe quien toma
producto activo, y que se hace para evitar cualquier influencia sobre los
pacientes que toman placebo, incluso por parte de los investigadores-, para
comprobar la absorción y los efectos sobre el nivel de la proporción Omega-6/3
en niños y adultos, mediante E-EPA. –Recuerden los lectores que el E-EPA es una
modalidad de EPA de alta pureza y concentración-.
El
estudio en adultos se realizó sobre 24 estudiantes voluntarios, que tomaron diariamente durante
45 días 1g/día de E-EPA, o bien 1g/día de placebo, según si pertenecían al
grupo experimental o al de control –el grupo experimental es el que tomó E-EPA,
mientras que el grupo de control era el que tomaba placebo-. Al cabo de este
tiempo, la concentración de EPA en suero, pasó del 1% al 2,3% en el grupo que
tomaba E-EPA, es decir, que su concentración aumentó más del doble, de forma
que la proporción entre Omega-6 y Omega-3, se redujo a la mitad.
Por su
parte, el estudio de los niños se realizó con un grupo de 30 participantes, con
una edad de 10 años, y con severos problemas de dislexia, que tomaron también
durante 12 semanas, 0,5 g/día de E-EPA, o bien, 0,5 g/día de placebo. Pues bien, al final del estudio, se comprobó que la
concentración de EPA en suero, pasó de una media del 1% al 2,8%, es decir, casi
se triplicó, mientras que la media de la proporción Omega-6/3, pasó de 8:1 a 3:1,
es decir, un descenso de más del 60%. A la finalización del estudio, no se había detectado ningún efecto adverso en ningún participante.
Ante las
evidencias logradas, el equipo investigador recomendó la toma de E-EPA
independientemente del estado de salud en que se encuentren los individuos, ya
que sabiendo los daños que provoca con el tiempo el desequilibrio a favor de
los Omega-6, rebajando el nivel de éste, se actúa preventivamente y se pueden
evitar muchísimos problemas de salud, sin ningún tipo de efecto adverso.