Ésta
es la mítica frase pronunciada por Ghandi, pero intercambiando Paz por Salud.
Uno de los aforismos atribuidos a Hipócrates,
el llamado “padre de la medicina”, decía -Donde
hay salud, no hay enfermedad-. ¿Se trataría de que el ser humano nace
potencialmente pacífico y con salud, pero lo va perdiendo porque el ambiente que
le rodea lo lleva por caminos de violencia y enfermedad?
Si fuera así, se trataría de conservar
y cultivar los potenciales innatos que poseen el ser humano y la Naturaleza, en lugar de
destruirlos con hábitos tóxicos e insanos, y tener que estar continuamente intentando
reconstruirlos –cosa que no se consigue plenamente, porque se producen daños y
pérdidas que pueden ser irrepararables-. Se trataría de aplicar enfoques más sostenibles,
en lugar de seguir dando vía libre a la ambición y al negocio por el negocio, dilapidando
y malversando los recursos naturales disponibles, que hacen que vivamos en un
entorno cada vez más tóxico y contaminado. Se trataría de aumentar nuestra
inteligencia ecológica. Se trataría de que esa “inteligencia humana”
demostrase que es verdaderamente inteligente y aprendiera, por fin, de sus
errores. Si no lo conseguimos, tendremos más de lo mismo... o peor. Se trataría
de que cuanto se hiciera, sumara en lugar de restar dos y sumar uno, como
ocurre actualmente. De eso se trataría.
Centrándonos
en el contexto de la salud, y para poder entenderla como camino o estado
natural del ser humano, debemos partir de la llamada Vis Medicatrix Naturae, la fuerza curativa de la Naturaleza. Es
una fuerza vital y natural que todos poseemos y que induce al organismo de
forma espontánea, a realizar esfuerzos para recuperar el equilibrio y la salud.
Es la base que anima la homeopatía, la naturopatía, la medicina ayurvédica, o
técnicas naturales como la hidroterapia, Flores de Bach, entre otras muchas.
También la que induce al organismo a realizar ajustes homeostáticos,
autorregulándose, buscando su equilibrio regenerñandose. Pero muchos de estos
esfuerzos sanadores que realiza nuestro organismo, cuando son muy visibles y
molestos, son identificados como enfermedad –o parte de ella- y, en demasiadas
ocasiones, son anulados para evitar sus molestias, cuando en realidad, la intervención
terapéutica debería colaborar con esta fuerza para devolver la salud al
enfermo, corrigiendo la causa que lo produce, en lugar de centrarse preferentemente
en anular los síntomas de dicha lucha.
Hipócrates
creía que el estado de enfermedad no es una enfermedad en sí, sino un esfuerzo
del cuerpo para superar un equilibrio perturbado. La medicina hipocrática se
sustenta precisamente en la fuerza curativa de nuestro propio organismo, y que la Naturaleza es el mejor
médico, debiendo el médico colaborar con ella, ayudando a esta tendencia
natural del cuerpo mediante la observación de su acción, eliminado los obstáculos,
utilizando las medidas dietéticas y los agentes naturales adecuados, reservando
los fármacos y la cirugía para situaciones particulares y extremas. Paracelso,
por su parte, también expresó la existencia de la inteligencia interna o médico
interno, término éste compartido posteriormente por numerosos y destacados
médicos, Hahnemann, Bircher-Benner, Rudolf Steiner, Eduardo Alfonso, Lezaeta, Alexis
Carrel ..., incluso algunos psiconeuroinmunólogos modernos lo están empezando a
utilizar, desarrollándose en universidades como Harvard, estudios dirigidos a
investigar las posibilidades de autosanación del cuerpo y la mente, así como en
unidades clínicas que buscan la mejoría o la curación conduciendo a la persona
hacia el despertar de sus capacidades de autorregulación, mediante la
trofoterapia, psicoterapia, respiración terapéutica, yoga, etc, mejorando en
general, los hábitos naturales de vida como estímulo para despertar la Vis
Medicatrix Naturae y
utilizarla como nuestra mejor aliada.
Nuestro
sistema inmunológico actúa poniendo en juego su sofisticado arsenal de
defensas, pero si debido a que nuestros hábitos insanos se le induce a creer
que la salud está en permanente peligro, se ve forzado a actuar de forma
constante y, si encima de eso, en lugar de colaborar con él se le contraría con
fármacos, no tiene nada de extraño que cada vez exista mayor presencia de
enfermedades autoinmunes. Y no vale la justificación de que -como vivimos más años, sufrimos más
enfermedades...-. No vale como explicación universal, por la simple razón
de que estas enfermedades están apareciendo en edades cada vez más tempranas.
También de
Hipócrates es el conocido aforismo, tantas veces pronunciado y tan pocas
obedecido, –Que tu alimento sea tu mejor
medicina, y que tu medicina sea tu mejor alimento-. No hemos seguidos sus
consejos ¿Por qué no hacemos caso a los sabios consejos del “padre”? No
obstante, aún estamos a tiempo de rectificar. Todos tenemos cierto grado de
libertad para elegir nuestros hábitos, costumbres, acciones, emociones y
pensamientos. Si son sanos y armónicos, viviremos en mayor salud porque no
habrá que ir a buscarla. Está dentro de nosotros, esperando que la llamemos y
la amemos de verdad, para seguir el camino juntos.
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