Una preciosa canción de Nat King cole decía: -Ansiedad, de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor...
Pero la ansiedad ya no es lo que era. Ha mutado. Ha perdido su
imagen romántica. Como el mundo. Actualmente es sinónimo de trastorno
psicopatológico…, y cada vez hay más. Según
la Organización
Mundial de la
Salud, en poco más de 15 años, la depresión será la primera
causa de incapacidad en todo el mundo, por encima de enfermedades como las
cardiovasculares o el cáncer. Impresionante, ¿verdad? Pero resulta que en la
práctica clínica se constata que hay un trastorno aún más frecuente que la
depresión: LA ANSIEDAD,
siendo ésta, en muchas ocasiones, la antesala de la propia depresión. La
ansiedad es, potencialmente, una verdadera pandemia, incentivada por la gran
cantidad de estímulos negativos y exigencias de la sociedad actual.
La clave de
que la ansiedad no esté en lo alto del “podio” patológico mundial es porque
está infradiagnosticada y, por supuesto, insuficientemente tratada. Es un
trastorno que muchas veces se confunde con una manera de ser nerviosa…, que te
preocupas por todo... Supone un derroche excesivo de recursos y deterioro de
nuestro organismo. Beber alcohol, comer exageradamente, o tomar fármacos, son
formas cómodas y fácilmente accesibles para sentirse temporalmente liberada de
preocupaciones, pero sin que en modo alguno constituyan una solución a la causa
del problema, porque ésta no se afronta, sino que se evade, con lo que el
peligro de agravación subsiste y se retroalimenta de forma constante,
convirtiéndose en compañera inseparable de nuestra vida... Un continuo de
sufrimientos, muchas veces innecesarios. Porque hay formas de mejorarla y de solucionarla.
Pero, ¿cuál es la causa o causas que la
incentivan? Para comprenderlo en toda su magnitud, deberíamos entender en
primer lugar que, la ansiedad, antes de ser un problema de salud, ha sido un
problema educativo. Porque nos han educado para aprender cosas “productivas”,
habilidades para trabajar, o para saber cómo funciona el último modelo de
cualquier aparato. Es decir, aprendemos cosas externas. Pero no hemos aprendido
a entender ni a dominar nuestra propia mente. No la conocemos. Somos
analfabetos de nosotros mismos. Por ello, tenemos serias dificultades para entender
y controlar nuestras emociones, pensamientos y conductas, llegando a un punto
en el que, un mecanismo fisiológicamente beneficioso, adaptativo y transitorio,
como es la ansiedad, indispensable para cuando nos encontramos en peligro, ya
que estimula todos nuestros sistemas internos para luchar y sobrevivir, se
convierte en perjudicial cuando se dispara sin causa real y se mantiene
demasiado tiempo sin motivo, generando preocupaciones excesivas, persistentes e
incontrolables alrededor de una amplia gama de sucesos o actividades, con una
intensidad, duración o frecuencia desproporcionadas en relación a la
probabilidad o impacto real del acontecimiento temido.
Estas preocupaciones suelen basarse en
el miedo a perder el control de la situación, o a querer tenerlo todo
controlado, resultándole muy difícil a la persona controlar este estado de
alarma y de constante preocupación, generándole a su vez, síntomas como
inquietud, impaciencia, nerviosismo, miedo difuso, gran fatigabilidad, dificultades
de concentración, quedarse en blanco, irritabilidad, tensión muscular, opresión
pectoral, ataques de pánico, ahogo, palpitaciones, temblores, sudores,
alteraciones del sueño… Y lo peor puede llegar después si no se corrigen estos
problemas pues, la ansiedad, como resultado de una situación estresante para la
persona, puede ser la puerta de entrada a otros problemas o trastornos como
fobias, obsesiones, depresión o trastornos metabólicos y alimenticios, que a su
vez, pueden provocar males aún mayores, incluso el suicidio.
Las preocupaciones, las necesidades de
afecto o los problemas emocionales, no se arreglan bebiendo ni comiendo. Lo
cierto es que en la gran mayoría de casos de ansiedad resulta imprescindible la
ayuda psicológica para conseguir cambiar esa dinámica, y dotar a la persona de
una mayor capacidad de autocontrol y gestión emocional, de resolución de
problemas, aumento de habilidades sociales, de la autoestima, de la
autoconfianza, etc. También para que la persona comprenda que la mayoría de sus
creencias y atribuciones son erróneas, e incluso, que sus miedos no son suyos,
sino de otras personas que han influido de forma importante en la formación de
su carácter, sus hábitos y costumbres. Distintas técnicas psicológicas, junto
con un entrenamiento en relajación e incluso con el cambio de hábitos
alimenticios y suplementación natural, pueden ayudar de forma clara y
definitiva a que la persona con ansiedad pueda llegar a despojarse de este
sufrimiento y encarar la vida con alegría y confianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario