Los
Omega-3 en trastornos mentales y emocionales
Según la Organización Mundial de la Salud,
los trastornos mentales son ya la segunda causa de incapacitación social en el
mundo desarrollado, y los que generan un mayor gasto farmacéutico. La tendencia
prevista en los próximos años es de aumento. En el año 1990 suponían un 10% de
las incapacidades por enfermedad y accidente, en el año 2000 eran del 12%, y se
prevé que en el año 2020, el porcentaje llegará hasta el 15%. Los más
frecuentes son los trastornos depresivos, los debidos al uso de sustancias psicoactivas,
la esquizofrenia, la epilepsia, el Alzheimer, el retraso mental y los
trastornos de la infancia y la adolescencia. Esta situación evidencia por una
parte, que las causas que los propician van en aumento, y por otra, que ni los
grandes logros médicos y sanitarios actuales son capaces de frenar de forma real
este aumento. Es absolutamente necesario hallar otras formulas y medidas
alternativas, que ayuden a invertir esta tendencia. Los Omega-3 pueden ayudar,
y mucho. Además, con una inmediatez muy notable para este tipo de afecciones.
Paralelamente a los estudios científicos
que se realizaban sobre los Omega-3 en la salud física, se fueron conociendo y
experimentando paulatinamente su relevancia en la salud mental. El
neuroendocrinólogo David Horrobin (1939-2003), que fue presidente de la Asociación Británica de Esquizofrenia, fue también pionero en la década de los 80 en
investigar la utilidad de los Omega-3 en el tratamiento de la esquizofrenia (88). A la vista de los resultados de sus investigaciones,
no tardó en sugerir el tratamiento complementario de la dislexia, depresión,
esquizofrenia y Alzheimer con los Omega-3 y más concretamente con el EPA, por
considerar que mejoraban y mantenían la integridad de las neuronas y favorecían
la neurotransmisión. El Dr. Horrobin insistía en lo que para él era una
obviedad, pero que no se tenía en cuenta, que si el cerebro no disponía de las
grasas adecuadas, no podía funcionar correctamente.
Por su parte, el Dr. Andrew Stoll, director del laboratorio de investigación
psicofarmacológica del Hospital McLean, en Massachussets, y profesor de Psiquiatría en la
Facultad de Medicina de Harvard (89), comprobó en 1999, que los Omega-3 hacían más
permeable la membrana de las células nerviosas, mejorando así, la
neurotransmisión. En Francia, el Institut de Pharmacologie Moléculaire et Cellulaire, en Valbonne (90), reportó en el año 2000, los resultados de un trabajo
en el que se constataron que los Omega-3 tenían claros efectos protectores
neuronales.
Más tarde, Le Laboratoire de Biologie
Medicale, de París (2), hizo
pública la evidencia de que no siendo los ácidos grasos Omega-3, sintetizados
por el organismo, era esencial su ingestión para mantener en buen estado el
equilibrio fosfolípido y la fluidez de las membranas celulares, permitiendo una
buena modulación de las actividades enzimáticas, productoras y receptoras de los
neurotransmisores, así como por su importancia al ser precursores de
eicosanoides positivos, de forma que consideraban beneficiosa su ingestión en
varias enfermedades, entre ellas el Alzheimer, la depresión mayor, la
esquizofrenia y la esclerosis múltiple.
Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM, de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA), que contiene la clasificación y la
descripción oficial de los trastornos mentales que es utilizada por la mayoría
de los profesionales como auxiliar de consulta para el diagnóstico, 4 de las 10
principales causas de discapacidad de los países desarrollados son trastornos
mentales como la depresión mayor, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y el
trastorno obsesivo compulsivo.
Precisamente sobre estos cuatro
trastornos se pronunció, en el año 2008, la Global Neuroscience
Iniciative Foundation de Los
Ángeles, cuando publicó un estudio titulado Nutritional therapies for mental disorders (91), en el que se evidenciaba que los pacientes aquejados
por estos trastornos son los que mayor deficiencia tienen de vitaminas,
minerales y ácidos grasos esenciales Omega-3. Basándose en los resultados de
las pruebas que realizaron, llegaron a la conclusión de que el tratamiento con estos
suplementos podía ser muy apropiado para su control, así como también para los
trastornos de ansiedad, de la conducta alimentaria, trastornos por déficit de
atención, la adicción y el autismo. Añadieron, que teniendo en cuenta que los
propios trastornos afectan negativamente en la toma de las dosis de medicamentos por parte de los pacientes, -especialmente en
los de depresión mayor y con mayor riesgo de suicidio-, era muy aconsejables administrar
estos suplementos alimenticios para mejorar la predisposición y actitud de los
pacientes, de forma que los psiquiatras deberían recomendar las dosis de
suplementos dietéticos basadas en los estudios realizados que han demostrado su
eficacia, y ajustar las dosis según los resultados obtenidos.
Dada la abrumadora evidencia científica
sobre la importancia y el beneficio que parecía derivarse de los Omega-3, en la
función moduladora y facilitadora de la neurotransmisión, y en la salud mental
y emocional, y gracias a las numerosas investigaciones científicas efectuadas, así
como a la confianza de haber sido recomendados repetidamente como suplemento en
los tratamientos psiquiátricos convencionales por distintos autores e
investigadores de renombre (92), (93), (94), (2), (95), (96), (91), (97), no podía ser
de otra forma que en el año 2006, la
APA (Asociación
Psiquiátrica Americana), considerada la máxima autoridad psiquiátrica a
nivel mundial, se vio obligada a
pronunciarse. Para ello, y con el fin de asegurarse en su dictamen, constituyó previamente
un subcomité de expertos con el fin de elaborar un metaanálisis de los
estudios realizados hasta aquel momento sobre pacientes con depresión,
trastorno bipolar, esquizofrenia, demencia, trastorno límite de personalidad,
síndrome por déficit de atención con o sin hiperactividad, que verificara la
validez de dichas investigaciones.
Pues bien, aunque la metodología y los
resultados de los distintos estudios que se habían realizado hasta aquel entonces
eran heterogéneas debido a sus distintas características técnicas empleadas, el
comité concluyó asegurando que los Omega-3 aportan un beneficio
estadísticamente significativo en estos trastornos, especialmente en depresión,
tanto monopolar como bipolar, y en esquizofrenia. Además, teniendo en cuenta las
ventajas potenciales que aporta, en contraposición a los insignificantes riesgos
demostrados, la APA
acabó formulando la recomendación de usar Omega-3 como complemento de los
tratamientos y prevención, y de forma especial, el EPA, y en menor medida el DHA
(98).
Sin embargo, a pesar de ello y del
tiempo transcurrido, estas recomendaciones han sido ampliamente ignoradas,
infravaloradas o despreciadas por muchísimos psiquiatras y profesionales de la
salud, que prefieren trabajar exclusivamente con psicofármacos, a pesar de los
importantes efectos secundarios que conllevan. Esta actitud, unida a las
rutinas establecidas en la práctica clínica, ha provocado un “impasse” en el
avance terapéutico que dura ya mucho tiempo, y que según el Dr. Horrobin (99), son 40 años el lapso de tiempo en el que apenas se
ha avanzado, favoreciendo consecuentemente esta situación, el aumento de estos
trastornos en la población.
Este aumento de los trastornos
emocionales y mentales, en modo alguno se puede considerar lógico o razonable,
ya que disponemos de una herramienta eficaz, los Omega-3, pero que no se
utiliza suficientemente. Una situación que por otra parte, tampoco debe extrañarnos
si tenemos en cuenta que en nuestra sociedad moderna prevalece el tratamiento
farmacológico por encima del tratamiento psicológico, aún cuando se sabe que en
muchos trastornos emocionales la psicología puede aportar más y mejores
soluciones que la medicación. Más adelante incluiré alguna investigación que lo
demuestra.
Por lo tanto, la actual coyuntura en la
que se mueve el sistema sanitario propicia que no se preste suficiente
atención a los trastornos nutricionales de los Omega, como posible e importante
causa primaria o secundaria, que puede afectar de forma importante al estado y
funcionalidad del sistema nervioso, siendo susceptible de confundirse, superponerse
en parte o combinarse, con los factores genéticos y ambientales, ya sean
desencadenantes o mantenedores de estos trastornos, y en consecuencia, se sigue
aplicando la fórmula más cómoda y estandarizada de tratar estos problemas
mediante fármacos que, por lo general, tienen un alto índice de efectos
secundarios y una orientación eminentemente sintomática, relegando al paciente
a un papel de mero espectador, sin prácticamente capacidad de agencia ni de
modificación del curso de los acontecimientos, situación que se agrava cuando
se crea dependencia y adición a los psicofármacos.
Esta obsesión tan actual por medicarse por
todo y para todo, provoca que muchas veces se trate farmacológicamente problemas
emocionales que en realidad no requieren medicamentos, siendo todavía más
grave, cuando el paciente es un niño o un adolescente, porque se le inicia en
el posible vicio de la medicalización superflua o la automedicación, así como
en la fármaco-dependencia, cuando muchos de estos trastornos podrían
probablemente ser solucionados de una forma más natural, y en la que el paciente
tuviera un papel mucho más activo y con mayor autocontrol.
A la luz de los estudios e
investigaciones que se han realizado hasta el momento, se observa la necesidad
de revisar la verdadera naturaleza etiológica de algunos trastornos mentales y
emocionales, según palabras publicadas en The
American Journal of Psychiatry en el año 2006, por el Dr. Parker (100). Opinión que personalmente comparto, pues existe una
excesiva patologización y medicalización de cualquier trastorno, especialmente
los emocionales, que no se ajustan a la realidad de nuestra naturaleza humana.
Efectivamente, habría que potenciar los
tratamientos nutricionales y psicoterápicos, que permitirían sin duda, invertir
la tendencia al alza de estos trastornos, a la vez que una disminución
importante del gasto farmacológico. Pero como suele suceder, todos los sistemas
son resistentes al cambio, y la industria farmacéutica es un gran e influyente sistema
que, lógicamente, dificulta los posibles cambios, pues los psicofármacos
constituyen una gran fuente de ingresos para ellos. Habría que realizar un gran
esfuerzo negociador para lograr un equilibrio más paritario y justo, entre los
intereses de todas las partes implicadas. Sería justo, y es necesario.
Una vez nos hemos introducido en el
contexto y en la problemática actual de los trastornos mentales y emocionales,
pasemos a conocer mejor y más concretamente, algunos de los estudios realizados
en trastornos mentales y emocionales concretos, que sugieren que niveles bajos
de Omega-3 y especialmente de EPA, combinado con niveles altos Omega-6, se
asocian con la depresión y otras enfermedades mentales. Algunos de estos
estudios, muestran claramente una máxima eficacia del EPA como principal complemento
en el tratamiento de la depresión, tanto monopolar como bipolar, y en esquizofrenia
(98), mientras que otros muestran una mayor eficacia del
DHA, por ejemplo en el Alzheimer, aunque la combinación de ambos es lo ideal.
En la depresión
Según la Organización Mundial de la Salud,
en el año 2020, la depresión mayor será la segunda causa de incapacidad a nivel
mundial. Actualmente es ya la segunda causa de baja laboral en Europa, y sus
consecuencias incapacitantes hacen disminuir enormemente la calidad de vida del
individuo, así como sus perspectivas personales, sumiéndolo en un círculo
vicioso difícil de salir. Y la tendencia es de claro aumento. Según la European Alliance Against (101), hasta un 15% de pacientes con trastorno depresivo se
suicidan, lo que nos da una idea de lo grave que puede llegar a ser. Se
cronifica aproximadamente en un 25% de los casos, y se presenta cada vez en
edades más tempranas, siendo más frecuente en las mujeres que en los hombres.
Para cambiar esta situación ante
todo debería mejorarse la prevención, prestando un servicio psicoterapéutico
primario más amplio a los afectados, con tal de que el afectado pueda potenciar
sus propias habilidades emocionales y estrategias psicológicas, con el fin de
poder afrontar mejor y activamente, las causas que pueden provocarle problemas,
evitando llegar a situaciones más extremas, de las que cuesta más difícil
salir. Pero además, se deberían analizar las carencias nutritivas,
especialmente de Omega-3, que sumen al organismo en una situación de insuficiencia
en la respuesta, ante las fuertes demandas sociales y presiones ambientales
cada vez más exigentes de nuestro entorno, y que provocan que muchas personas
sucumban emocionalmente, en un momento ú otro de su vida.
Profundicemos un poco más en el contexto
que envuelve el fenómeno depresivo, como expresión más genuina de los
trastornos emocionales actuales, antes de pasar a analizar la acción de los
Omega-3.
Si algo distingue la sociedad actual de
las anteriores, es el incremento de las actividades orientadas al ocio, la mayor
facilidad para satisfacer cualquier deseo, o el acostumbramiento a la
inmediatez. En teoría, estas circunstancias no deberían representar ningún problema,
pero no es así, ya que comportan una serie de consecuencias no siempre positivas. Al habernos ido acostumbrando a la
buena vida, a lo cómodo, a lo placentero, a lo inmediato o a lo fácil, cuando
alguna cosa falla nos encontramos con que no estamos ni mental ni emocionalmente
preparados, nos bloqueamos y optamos por las salidas fáciles e inmediatas, y
que muchas veces, no resultan ser soluciones, sino meros “aplazamientos” del problema, arriesgándonos a que éste
aumente, mientras intentamos eludirlo o evadirnos de la realidad.
La consecuencia de esta situación suele
ser el estrés y la depresión. Entonces corremos al médico y le decimos: -¡Déme
algo para la depresión, por favor!-, recurriendo a la solución fácil y
sintomática de los fármacos, mientras esperamos a que los problemas se
resuelvan solos. Pero si éstos persisten, podemos vernos inmersos en una
dinámica que, lejos de mejorar las expectativas, acaba convirtiéndonos en
enfermos crónicos sin casi capacidad de maniobra, ya que la situación se escapa
de nuestro control. O al menos, así lo percibimos. Es la impotencia al
cuadrado.
Pues bien, para afrontar adecuadamente
estos factores ambientales que favorecen la aparición y desarrollo de la
depresión, lo más aconsejable es contar con el apoyo y la ayuda de un
psicólogo. Hay que empezar a desterrar la anticuada creencia de que para ir al
psicólogo, “hay que estar mal de la cabeza”. La Psicología actual es
una ciencia que cuenta con técnicas variadas y eficaces, para mejorar nuestro
rendimiento cognitivo, y de la misma forma que se puede ir a un gimnasio a
realizar “fitness” o “Pilates” para
mejorar el estado físico y el funcionamiento de nuestra musculatura, también
podemos mejorar nuestra capacidad mental y psicológica con un entrenamiento adecuado.
Si vamos a la peluquería, a la esteticista o compramos prendas que nos hagan
mejorar nuestra imagen física, ¿por qué no mejorar también nuestra imagen
emocional? ¿O nuestras prestaciones psicológicas? Y en el caso de que ya seamos
víctimas de la depresión, ¡aún con mayor razón! debemos acudir sin ningún tipo
vergüenza al psicólogo, que nos ayudará a superar nuestros problemas.
Es muy posible no obstante, que algunos
lectores piensen que la
Psicología es una pérdida de tiempo. Evidentemente, puede
serlo en algunos casos, pero no más de lo que puede ocurrir con cualquier otro tipo
de servicio terapéutico o médico. Pongamos un ejemplo de su eficacia como botón
de muestra.
En un estudio realizado con 180 personas
afectadas de depresión, se constató al final del mismo, un 70% de éxito
aplicando solamente psicoterapia cognitiva, contra un 49% de éxito administrando
sólo medicación antidepresiva (102). Se debe diferenciar no obstante, aquellos casos en
que coexisten trastornos de personalidad además de la depresión, en cuyo caso
la medicación puede tener un mayor porcentaje de éxito. Si analizamos este
resultado observamos que, efectivamente, hubo personas que no tuvieron éxito,
pero es que ocurrió lo mismo con los que se medicaron, ¡y con mayor cantidad de
fracasos además! Por lo tanto, no se puede afirmar que la Psicología no sea
eficaz. También hay que tener en cuenta, que la psicoterapia cognitiva es solamente
una de las muchas técnicas utilizadas en Psicología, pero hay otras más, y por
lo tanto, existen otros enfoques y estrategias técnicas que pueden permitir que
la persona con problemas depresivos pueda tener su formula personalizada,
capaz de ayudarle a resolver su problema.
Pero
también sabemos que al ser nuestra dieta deficitaria en Omega-3, y al
mismo tiempo excesivamente elevada en Omega-6, se propicia que tengamos una
menor capacidad biológica para afrontar estos problemas, y acabemos
deprimiéndonos. Pongamos un sencillo ejemplo para comprender más sencillamente,
el porqué de la necesidad de proporcionar Omega-3 al organismo en situaciones
de mayor estrés psicológico. Además, hemos de tener presente que el estrés
también afecta a las células, y éstas sufren igual que sufrimos nosotros.
Imaginémonos
un coche. Si hacemos solamente unos pocos kilómetros de vez en cuando, habrá
que cambiarle el aceite del motor solo muy pocas veces. Pero si cada día
hacemos un montón de kilómetros, vamos por todo tipo de carreteras y caminos,
el motor sufrirá más, habrá que cambiar más a menudo el aceite y reponer la
pérdida o gasto que pueda tener. Pues bien, al igual que pasa con el motor del coche,
a mayor situación de estrés hay más trabajo mental y más desgaste neuronal, de
forma que el aceite EPA, que conforma la membrana celular, tendrá que ser
repuesto más a menudo, administrándole mayor cantidad, porque si no, no podrá
afrontar toda la tensión y el trabajo al que se la somete y se bloqueará su
capacidad neurotransmisora, apareciendo la depresión cuando ya no pueda modular
correctamente la serotonina, igual que se puede bloquear y estropear el motor
del coche, si se queda sin el aceite que necesita para funcionar correctamente.
En el
año 1986, la Clinical
Research Center, University Department of
Psychiatry, en Antwerp (103), realizó un estudio con mayores de 60 años,
residentes en los Países Bajos, en el que se constató que cuanto más altos son
los niveles de Omega-3 en la sangre, menores posibilidades tenían de estar
deprimidos (104). Muchas otras
investigaciones lo confirmaron y demostraron además, las propiedades
terapéuticas y preventivas de este recurso natural. (105), (92), (93), (106), (107), (100), (108). Por eso, la Asociación de Psiquiatría Americana –APA-, recomendó
como preventivo y tratamiento complementario a la depresión, tomar Omega-3,
especialmente EPA, y en menor medida DHA.
Demos
una hojeada a algunas de las investigaciones más interesantes.
En
la MRI Unit,
Imperial College School of Medicine, Hammersmith Hospital, de Londres (109), se realizó en el año 2001, bajo el título de Eicosapentaenoic acid in treatment-resistant
depression associated with symptom remission, structural brain changes and
reduced neuronal phospholipid turnover, una investigación en la que se
agregó E-EPA, al tratamiento antidepresivo convencional de un paciente
severamente deprimido y con tendencia al suicidio, con una historia de siete
años de síntomas depresivos continuos. El resultado fue una mejora clínica
evidente y sostenida en el plazo de un mes, de todos los síntomas depresivos, cesando incluso las ideas suicidas que
previamente eran constantes. Asimismo, los síntomas de fobia social también
mejoraron de forma clara y evidente.
Aunque este caso sea individual y por
tanto no puede ser considerado representativo, arroja datos muy interesantes,
porque además de la mejoría sintomática experimentada, las imágenes registradas
en la resonancia magnética que se realizaron después de nueve meses de
tratamiento, demostraron cambios estructurales en el cerebro con una reducción
en el volumen de los ventrículos laterales, recuperando tejido cerebral. El Dr. Puri, responsable de este
estudio, concluyó que el EPA puede estimular las células madre del cerebro para
producir nuevas células nerviosas, ofreciendo así esperanza para una amplia variedad
de dolencias. ¡Y esto resulta importantísimo!
En los últimos años, y en este mismo
hospital, se han ido desarrollando y mejorado las técnicas de IRM –imagen por
resonancia magnética-, ya que consideran que debería ser utilizada por los
investigadores que estudian las ventajas del tratamiento con los ácidos grasos
omega-3, para corroborar visualmente su eficacia (110), hecho que por otra parte, ha sido ampliamente
comprobado en otros estudios en los que también se había administrado EPA,
verificándose cambios estructurales. (111).
En un estudio llevado a cabo en el año
2002, por el Ministry of Health Mental
Health Center, Faculty of Health Sciences, Ben Gurion University of the Negev (112), en el que se incluyó a 20 personas con depresión
recurrente, un grupo de psiquiatras analizó los efectos el E-EPA. Los pacientes
estaban deprimidos a pesar de la medicación antidepresiva y no mejoraban en el
momento de entrar en el estudio. Se les dividió en dos grupos, y recibieron al
azar una cápsula de E-EPA o de placebo además de la medicación que estaban
tomando todos, según fueran del grupo experimental, o del grupo de control.
Después de cuatro semanas, seis de los diez pacientes del grupo E-EPA y sólo
uno del grupo placebo habían reducido significativamente los síntomas de
depresión. El efecto del E-EPA fue evidente y significativo desde la segunda
semana. A las tres semanas no obstante, se había observado ya que el mal humor,
el sentimiento de culpa y el insomnio habían mejorado.
En el departamento de Psiquiatría de la Universidad Sheffield
(113), setenta personas con depresión resistente al
tratamiento con antidepresivos, fueron elegidas aleatoriamente y divididas en
cuatro grupos para recibir durante 12 semanas el E-EPA, en dosis de 1g, 2g o 4g
al día, o placebo, como complemento de su medicación antidepresiva. El 60% del
grupo 1g de E-EPA experimentó una mejora clínica significativa (al menos una
reducción del 50% de la escala de depresión de Hamilton), el 25% del grupo placebo
también mejoró significativamente, pero los grupos E-EPA de 2g y 4g no consiguieron
ninguna mejora estadísticamente significativa. El resultado evidenció que la
dosis más eficaz era la de 1g diario, y tomar más dosis, no aportaba necesariamente
resultados positivos.
En el departamento de Psiquiatría del
China Medical Hospital, de
Taichung, el Dr. Kuan- Pin (94) realizó un estudio doble-ciego de 8 semanas
sobre 28 pacientes con depresión mayor, a los que se les administró 9,6g de omega-3
o placebo. Al finalizar el estudio, el grupo omega-3 había obtenido mejores
resultados en la
Escala Hamilton para la depresión, que el grupo placebo.
El psiquiatra C. R. Casper, de la universidad norteamericana de Stanford (114), publicó el
año 2004 en la revista Current Psychiatry Reports, que los estudios
controlados con placebo en pacientes tratados con antidepresivos sugerían que
una terapia complementaria con EPA mejoraba claramente los síntomas de la
depresión grave.
Por su parte, The International Journal of
Neuropsychopharmacology publicó un
estudio titulado Ethyl-eicosapentaenoate
and dexamethasone resistance in therapy-refractory depression (115), en el que admitía que no se conoce bien el mecanismo
de acción del EPA en la depresión, pero aseguraba que el E-EPA tiene un efecto clínico
marcado cuando se utiliza como terapia complementaria en la depresión, a tenor
de las evidencias acumuladas.
Como hemos visto anteriormente, Le Laboratoire de
Biologie Médicale, en París (2), hizo publica su convicción, de que no siendo los
ácidos grasos omega-3 sintetizados por el organismo, era esencial su ingestión para
mantener en buen estado el equilibrio fosfolípidos y la fluidez de las
membranas celulares, permitiendo así, una buena modulación de las actividades
enzimáticas, productoras y receptoras de los neurotransmisores, en este caso de
la serotonina, de forma que consideraban muy beneficiosa su ingestión para la
depresión mayor.
En un estudio titulado Relationship between omega-3 fatty acids and
plasma neuroactive steroids in alcoholism, depression and controls, que relacionaba alcoholismo y depresión, realizado en
el año 2006 (116), se analizaron los niveles plasmáticos de ácidos grasos
esenciales de cadena larga y neuroesteroides –unos productos químicos
neuroactivos implicados en procesos y enfermedades neurofísicas- de 18 personas
sanas y 34 con alcoholismo, depresión o ambos problemas a la vez. Los
resultados mostraron que, quienes tenían los niveles más bajos de ácidos grasos
Omega-3 mostraban los niveles más altos de neuroesteroides, así como la
afectación del eje hipotalámico-hipofisariosuprarrenal, que es la parte del
sistema neuroendocrino que controla las reacciones al estrés, y regula la
respuesta endocrina, inmunológica, emocional y energética.
Pero los Omega-3 no solo muestran su eficacia
en la depresión de los adultos, sino también en los niños. En un estudio piloto
llevado a cabo el 2006, en Israel por la Faculty of Health Sciences, Ben Gurion University
of the Negev (117), demostró que la ingestión de omega-3 como
monoterapia durante un mes por parte de niños de entre 6 y 12 años con
depresión, obtuvo mejoras significativas sobre varias de las escalas CDRS,
concluyendo que había quedado demostrado que la ingestión de Omega-3 puede
tener ventajas terapéuticas en la depresión de la niñez.
En el año 2007, fue presentado en la American Psychosomatic
Society (118), un estudio realizado por el Department of Psychiatry, University of Pittsburgh, School of Medicine, en
Pittsburgh, que mostraba cómo los ácidos
grasos omega-3 podían propiciar cambios estructurales beneficiosos en las
zonas del cerebro reguladoras de las emociones. 55 personas sanas fueron
sometidas a sendas resonancias magnéticas, para verificar el volumen de la
materia gris en partes concretas del cerebro, relacionándolo con la ingesta de
omega-3 de sus dietas. Los resultados mostraron que los sujetos que más omega-3
consumían en su dieta, evidenciaban un mayor volumen de materia gris en las áreas del
cerebro, especialmente la zona cortico-límbica, concluyendo finalmente, que
estas grasas podían tener efectos beneficiosos sobre la memoria y la regulación
del estado de ánimo.
En esta misma línea se pronunciaba el
estudio titulado “Nutritional therapies for mental disorders” que
realizó la Global
Neuroscience Iniciative Foundation, de Los Ángeles
(91). En él
que se constató, que los pacientes con depresión tenían déficits de
vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales omega-3, por lo que
recomendaron su utilización como suplementos alimenticios.
Un importantísimo y clarificador
trabajo fue publicado por el Australian and New Zealand Journal of
Psychiatry (119). Los participantes, personas con depresión mayor, fueron
divididos en tres grupos. Durante 8 semanas administraron al primer
grupo 20mg diarios de fluoxetina, al segundo grupo 1000mg diarios de EPA
y al tercer grupo la combinación de ambos. Al término de este tiempo, la mejora
de los indicadores de la depresión fue del 50%, 56% y 81% para cada grupo respectivamente,
siendo la conclusión del estudio que la complementación de fluoxetina con EPA
mejora significativamente los resultados en el tratamiento de la depresión
severa. Sin embargo no se puede obviar que el EPA superó el nivel de mejora
conseguido en el grupo fluoxetina, con las ventajas añadidas de que no comporta
efectos secundarios como ésta, y que en lugar de inhibir temporalmente la
recaptación de la serotonina, lo que hace es nutrir la membrana celular,
consiguiendo que ésta recupere parte de su funcionalidad y capacidad moduladora
de la neurotransmisión, rehabilitándola. Esta capacidad natural del EPA
combinada con la acción de la fluoxetina, explicaría que su se consiga un
resultado conjunto del 81%, un más que apreciable 31% mayor que el resultado
obtenido con fluoxetina sola.
Vemos claramente pues, la eficacia
comprobada que se puede conseguir en casos graves, si se combinan los Omega-3
con medicamentos, y lo inconsistente que resulta la actitud de algunos
psiquiatras, de no querer complementar sus tratamientos farmacológicos.
Pese a los evidentes resultados positivos
de los Omega-3, la curiosidad científica hace que se vayan realizando más
investigaciones para descubrir cuáles pueden ser los mecanismos íntimos de
actuación, o qué parte de responsabilidad pueden tener el DHA y el EPA, en los
efectos beneficiosos sobre los trastornos depresivos. Algunos autores sugerían
que al ser el DHA el más abundante en el cerebro, podría jugar un papel
importante en la depresión (120), (121), mientras que otros requerían precaución y más
investigaciones para comprobarlo (122). Lo cierto es que diversos resultados obtenidos mostraron
que el DHA no era efectivo en la depresión mayor, mientras que el EPA sí lo era,
de ahí que la propia Asociación de Psiquiatría
Americana –APA-, optara por recomendar EPA en mayor cantidad que DHA, para
este tipo de trastorno y la esquizofrenia. Pero también hay quien recomienda suministrar
EPA de forma aislada, para conseguir mejores resultados en depresión, ya que de
esta forma, las moléculas de EPA no entran en competencia con las de DHA por
los mismos receptores celulares, y así sus efectos son más nítidos y eficaces.
Un ejemplo de esto lo hallamos en un
artículo del Current opinion in investigational drugs, de Londres, con el título The
role of omega-3 fatty acid in mood disorders (123). Explica los resultados de un análisis de 12 estudios
de intervención utilizando E-EPA y DHA en la depresión unipolar y bipolar. En
cuatro de los siete estudios llevados a cabo en individuos deprimidos y en dos
de los cinco en pacientes bipolares, tuvieron un resultado positivo después de
la suplementación con E-EPA, mientras que en tres pruebas llevadas a cabo con
DHA, no hubo ningún resultado significativo.
La Universidad
de Lakehead, en Ontario (124), realizó un estudio en
que se analizaron las investigaciones realizadas antes de abril de 2007, y
comprobaron que si bien las muestras de participantes eran más bien pequeñas,
dichas investigaciones fueron bien diseñadas, de forma que se pudo deducir, que
la suplementación con EPA solo, era más eficaz que la administración de Omega-3
o de DHA, especialmente en la depresión y la esquizofrenia.
Otro de estos estudios sin resultados
para el DHA en la depresión, fue llevado a cabo por el departamento de Psiquiatría del Baylor Colegio de Medicina, en Houston (125). 36
pacientes deprimidos fueron divididos en dos grupos. Al primero se le
administró 2g al día de DHA, mientras que al segundo grupo se le administró
placebo. A las 6 semanas, el grupo DHA tuvo un 27,8% de respuesta positiva,
mientras que el grupo placebo lo hizo un 23,5%. La conclusión fue que la
diferencia entre ambos grupos era demasiado pequeña como para ser
significativa.
En este mismo línea, un estudio
doble-ciego realizado en el Centro de Investigación de nutrición de niños, en Houston (126), suministró
durante 4 meses a mujeres que amamantaban divididas en dos grupos, 200mg
de DHA o placebo. Al cabo de este tiempo se confirmó que se previno la habitual
disminución de DHA en el plasma, durante el amamantamiento, cosa importantísima
para que la leche materna contenga el DHA imprescindible para una buena
formación cerebral y de la retina del niño, pero no se encontró mejora alguna
en los síntomas de depresión postparto en la madre. Esta habitual disminución
de DHA en la leche de las madres con depresión postparto también fue
constatada en otro estudio estadounidense (127). Asimismo, en el año 2008 (128), se suministraron 1,9gr diarios de omega-3 a 51 mujeres con depresión
posparto durante 8 semanas, no observándose ninguna diferencia significativa.
Este resultado en la administración
conjunta de DHA y EPA, que tampoco fue eficaz en la depresión postparto,
coincide con las que se administró solamente DHA, y también con el estudio que
se llevó a cabo la Osaka
Maternal and Child Healt (129), en el que se estudió la dieta durante el embarazo de
865 mujeres japonesas, no observándose ninguna asociación clara entre la
ingesta de pescado y la prevención de la depresión postparto, lo que nos hace
pensar que en este trastorno, el peso del factor psicológico, puede ser más
importante que el biológico y nutritivo.
En el trastorno bipolar
El departamento de Psiquiatría de Harvard
Medical School (89), diseñó un experimento dos veces ciego,
placebo-controlado, comparando Omega-3 en dosis de 6,2g de EPA y 3,4g de DHA
diarios, contra placebo -aceite de oliva-, además de tratamiento habitual en 30
pacientes con trastorno bipolar. El análisis de supervivencia de Kaplan-Meier
encontró que el grupo Omega-3 tenía un período considerablemente más largo de
remisión y mejora de la enfermedad, que el grupo placebo. La conclusión fue que
el tratamiento con Omega 3 mejoraba el curso a corto plazo de la enfermedad y
que era bien tolerado, siendo los únicos efectos adversos algunas
perturbaciones de estómago y un cierto sabor a pescado en la boca en algunos
pacientes.
Asimismo, un estudio posterior,
realizado por Harvard Medical School (93) también mostró el beneficio de complementar el
tratamiento del desorden bipolar con Omega-3, pues 9 de 14 pacientes adultos
bipolares respondieron al tratamiento.
Un estudio demográfico titulado Cross-National Comparisons of Seafood
Consumption and Rates of Bipolar Disorders (130), y publicado en The American Journal
of Psychiatry el año 2003,
analizó las correlaciones entre el predominio de
desórdenes bipolares en la población con respecto al consumo de omega-3 proveniente
de mariscos. Los resultados confirmaron una correlación positiva, de forma que
a mayor consumo de mariscos, y consecuentemente de Omega-3, menos presencia de
enfermedad bipolar en la población.
Otro trabajo publicado por The
British Journal of psychiatry (131), en el año 2006, demostró mediante sus resultados
clínicos, confirmados por la resonancia magnética, que el E-EPA actúa en el
cerebro de la misma manera que el litio, estabilizando sus emociones. Se
administró a un grupo de bipolares 1g al día, al segundo grupo 2g al día, y al
tercer grupo placebo. Los resultados mostraron que había una mejora
significativa en los grupos tratados con E-EPA respecto al grupo placebo.
En
este sentido, un estudio constató también, que una alta ingesta de EPA, puede
no ser eficaz, y no comportar beneficio alguno. Fue llevado a cabo por la University of Cincinnati College of Medicine and the Mental
Health Care Line, en Ohio (132). Se
administraron 6g diarios de EPA durante 4 meses a enfermos bipolares. El
resultado fue que en general, no se encontró evidencia de eficacia con el
tratamiento complementario de EPA con respecto al grupo placebo. Contrasta
llamativamente este resultado con el de otras investigaciones realizadas con
menor cantidad, en las que sí hubo resultados significativos. Quizás sea que el
EPA sólo tiene eficacia en menor cantidad, o que en este tipo de patología, necesite
la colaboración del DHA.
Estas
limitaciones en los resultados que muestran algunos estudios, pueden ser debidas
a las características de los propios diseños de las investigaciones y las distintas
variables estudiadas, pero también a las características personales y
patológicas de algunos pacientes, ya que aunque todos ellos tengan el trastorno
bipolar, no todos tienen el mismo nivel de afectación, ni de otros problemas de
salud concurrentes, que pueden incidir de forma importante en el problema, más
teniendo en cuenta la misma base común proinflamatoria que tienen muchas de
ellas, provocando posibles interacciones entre si.
Así pues, las diferencias individuales
en estos casos, pueden muy importantes de cara a la dificultad de obtener
resultados uniformes y generalizables.
En el trastorno límite
de la personalidad: Borderline
En el año 2003, The American Journal of
Psychiatry (133) publicó
un estudio realizado en Harvard, cuyo objetivo era comparar la eficacia
del E-EPA en el tratamiento de 30 mujeres con trastorno límite de la
personalidad. Se realizó un diseño placebo-controlado, doble ciego
durante 8 semanas. 20 mujeres escogidas al azar fueron asignados para tomar 1g/día
de E-EPA, mientras que a las 10 restantes se les dio placebo. El 90% de
las pacientes de los dos grupos completaron las 8 semanas de prueba. Los
análisis finales demostraron que los resultados del E-EPA eran muy
superiores al placebo, y por lo tanto, los investigadores concluyeron que el
E-EPA podía ser una forma natural y eficaz de monoterapia para mujeres
con trastorno borderline.
En la actualidad, el Hospital
Universitari Vall d'Hebron Research Institute, de Barcelona, está llevando a cabo un estudio titulado Efficacy of Omega-3 Fatty Acids on Borderline
Personality Disorder, el cual está previsto
que finalice en septiembre del año 2011. El motivo de la investigación es
comprobar que una formula compuesta de E-EPA + E-DHA pueden constituirse como
nuevo tratamiento para este trastorno, que tenga como consecuencia la remisión
del mismo, es decir, que “cure”, ya que los tratamiento más efectivos que se
utilizan actualmente para combatir esta enfermedad, que son la psicoterapia
cognitivo-conductual y la farmacoterapia, comportan solamente mejoras de algunos
síntomas, pero no su remisión, según afirman los autores de la investigación.
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