En la esquizofrenia
Diversos autores sugirieron durante hace
años, la existencia de una estrecha relación entre los ácidos grasos omega-3 y
la esquizofrenia (134), (135), (136), (92), (93). Incluso el Dr. Peet propuso la revisión de la etiología
–que significa revisión de las causas-, de este trastorno mental (137).
En el año 1989, el Dr. Horrobin realizó
un estudio (138) en el que complementó con Omega-3 el tratamiento de
pacientes psiquiátricos con desórdenes de movimiento, especialmente esquizofrénicos.
Se pudo observar la evidencia de que el efecto antidiskinético fue ligeramente
significativo, aunque no clínicamente importante. No obstante, el tratamiento
produjo mejoras muy significativas en diversas subescalas de la esquizofrenia y
la memoria.
Por su parte, los doctores Richardson, de la Universidad
de Oxford, y Puri, del
Hospital Hammersmith (139), trataron a
un paciente esquizofrénico y disléxico de 30 años, con alucinaciones auditivas diarias,
que tuvo su primer brote a los 19 años y durante 10 años mantuvo el modo típico
de vida de un esquizofrénico parado, de un suburbio de Londres. Las imágenes de
IRM –imagen por resonancia magnética-, mostraban que sus ventrículos aumentaban
lentamente de tamaño, indicando una pérdida progresiva de tejido cerebral. El
paciente empezó a tomar 2g de EPA al día. A las 8 semanas sus delirios y
alucinaciones habían disminuido y se sentía más despierto. El aspecto de su
piel y pelo había mejorado, así como en todos los grados de las escalas
psiquiátricas. La dislexia también mejoraba, y todo ello sin efecto adverso
alguno. A los 12 meses ya no aparentaba ser un esquizofrénico, y a los 3 años
volvió a la universidad. Las imágenes de su cerebro revelaron una reducción del
tamaño de los ventrículos y un aumento del tejido cerebral (140).
En este mismo hospital se han ido
desarrollando y mejorando las técnicas de IRM, ya que consideran que esta
técnica debería ser utilizada por los investigadores que estudian las ventajas
del tratamiento con los ácidos grasos omega-3, para corroborar visualmente su
eficacia (141) y comparar los resultados de otros estudios en los
que se ha administrado EPA y que igualmente se han visualizado cambios (111).
Schizophrenia Research publicó en el año
2001, un trabajo titulado Two double-blind placebo controlled pilot Studies of
eicosapentaenoic acid in the treatment of schizophrenia (142). Se realizaron dos estudios a doble ciego y placebo
controlado, con el fin de distinguir entre los posibles efectos de dos
diferentes omega-3, el EPA y el DHA. En el primer estudio, 45 personas
esquizofrénicas estables que seguían sintomáticos con medicación antipsicótica fueron
divididas en tres grupos, administrándoles durante 3 meses, EPA a uno de los
grupos, DHA a otro, y al tercer grupo placebo. Al término de este tiempo, el grupo
EPA obtuvo una notable mejoría superior a los otros grupos. En un segundo
estudio, se utilizó EPA como único tratamiento aunque se permitió el uso de
antipsicóticos si era clínicamente necesario. Los que tomaron EPA obtuvieron
puntuaciones más bajas en la escala PANSS, que mide los síntomas positivos y
negativos de los esquizofrénicos, que el grupo placebo, lo que llevó a la
conclusión de los investigadores que el EPA puede representar un nuevo enfoque
de tratamiento para la esquizofrenia, requiriendo una investigación a gran escala
de ensayos controlados con placebo.
El departamento
de Psiquiatría de la Universidad de Stellenbosch en Tygerberg (143), realizó
un estudio como tratamiento suplementario de la esquizofrenia. 40 pacientes con
síntomas persistentes y con más 20 años de antigüedad de los mismos, que habían
recibido un mínimo de 6 meses de tratamiento antipsicótico, el cual se continuó
durante la experiencia. Fueron divididos aleatoriamente en dos grupos, uno con
3g de E-EPA al día y el otro grupo placebo, durante un período de 12 semanas.
Al cabo de este tiempo, el grupo tratado con E-EPA obtuvo una notable reducción
en los síntomas positivo y negativo en las escalas de los resultados totales y en
los resultados de diskinesia, que el grupo tratado con placebo. El resultado
sugirió que podía ser efectivo y bien tolerado el E-EPA como complemento en los
tratamientos de esquizofrenia.
La Division of Biochemical Sciences, en Pune (144), (145), realizó un estudio con 33 sujetos esquizofrénicos,
durante 4 meses, a los que les administró una mezcla de EPA/DHA (180/120mg) y
vitaminas E/C (400 IU/500mg) dos veces al día, y fueron comparados con el grupo
de control de 45 sujetos. Al cabo de este tiempo, el grupo tratado con omega-3
había reducido significativamente las escalas psicopatológicas.
Un equipo de psiquiatras del Research
Centre, Department of Psychiatry of Melbourne, publicó en la International
review of psychiatry el año 2006, (146) un trabajo en el que comprobaron mediante diversas
pruebas y análisis, la gran importancia de los lípidos bioactivos en la
membrana celular, así como para la modulación neurotransmisora, ya que según el
resultado de dichas pruebas se explicaba, aunque fuera sólo parcialmente, el
mecanismo de acción de los agentes antipsicóticos y agentes experimentales como
el EPA. Concluyeron recomendando la suplementación con EPA en la medicación
antipsicótica de los enfermos graves de esquizofrenia, y destacando su
potencial empleo en la prevención.
Esta misma universidad hizo público al
año siguiente, los resultados de un estudio realizado con 80 personas, a doble
ciego con placebo controlado, en el que se investigó si el E-EPA mejoraba la
eficacia antipsicótica y tolerabilidad en la psicosis de primer episodio (147). Se concluyó que el E-EPA puede acelerar la respuesta
de tratamiento y mejorar la tolerabilidad de las medicaciones antipsicóticas,
aunque no se podía garantizar una ventaja en pacientes de primer episodio,
debido probablemente a un efecto de techo, ya que una proporción de pacientes
de primer episodio alcanzaba la remisión sintomática con la medicación
antipsicótica sola. En investigaciones complementarias posteriores (148), comprobaron que la ingestión de E-EPA correlacionó
con cambios metabólicos cerebrales en los dos hemisferios relacionados con la
disponibilidad de glutatión y con la modulación del ciclo glutamina/glutamato,
y con una mejora de los síntomas psicóticos en la psicosis de primer episodio,
por lo que concluyeron que los efectos metabólicos del EPA en el cerebro están
garantizados.
En un trabajo que hizo publico en el año
2007 la Universidad
de Lakehead, en Ontario (124), se
comprobó que la suplementación con EPA era más eficaz que la administración de
omega-3 o de DHA, especialmente en la depresión y la esquizofrenia.
Asimismo, la esquizofrenia fue objeto
también de estudio en “Nutritional therapies for mental disorders” que
realizó Global Neuroscience Iniciative Foundation (91). Se constató que los pacientes de este trastorno
mental tienen déficits de vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales
omega-3, por lo que recomendaron su utilización como suplemento alimenticio.
Pero como hemos podido comprobar en los distintos estudios, la eficacia es
mayor si se administra EPA solo, que si se la acompaña de DHA.
En la dislexia
La Dra.
Stordy de la Universidad
de Surrey (149), en su estudio titulado Dark adaptation, motor skills, docosahexaenoic acid, and dyslexia, manifestó
su convencimiento de que la dislexia, dispraxia y la hiperactividad, tienen como
base en común, un déficit de omega-3, aunque debido a lo pequeño de la muestra
empleada, ya que fue realizado solamente con diez jóvenes disléxicos, los
resultados, positivos y esperanzadores, no podían ser generalizados, por lo que
sugirió más investigaciones aclaratorias y amplias.
Pero como ya hemos visto antes en el apartado
dedicado a la esquizofrenia, los investigadores A. Richardson, de la Universidad
de Oxford, y B. Puri,
psiquiatra del Hammersmith Hospital (139), que trataron a un paciente
esquizofrénico y disléxico de 30 años y con un historial de 12 años, después
de tomar 2g de EPA al día, a las 8 semanas su dislexia había mejorando,
volviendo posteriormente el joven a la universidad.
En el año 2007, se realizó en Suecia una investigación con
20 niños disléxicos, cuyos resultados fueron publicados por el Journal of medicinal food (150). Durante 5 meses se suplemento la alimentación de
estos niños, con DHA. Se midieron distintas variables como la velocidad de
lectura, comprensión de los textos, así como el beneficio percibido en el
trabajo escolar en general. Al cabo de los 5 meses, la mayoría de los niños que
habían tomado el suplemento de DHA, habían mejorado positivamente todos estos
parámetros, en relación a los observados generalmente en los disléxicos.
En el síndrome déficit
de atención (TDA/H)
Como hemos visto anteriormente, la Dra.
Stordy (149) en su
estudio titulado Dark adaptation, motor
skills, docosahexaenoic acid, and dyslexia, manifestó su convencimiento de
que la dislexia, dispraxia y la hiperactividad, tenían una base en común que
era un déficit de omega-3. Pero también otros autores han sugerido esta estrecha
relación entre éstos ácidos grasos de cadena larga y el déficit atencional en
concreto (93).
En la investigación titulada Omega-3 fatty acid status in
attention-deficit/hyperactivity disorder, realizada en la Universidad
de Purdue, en Indiana (151), se hallaron un exceso de grasas saturadas y un
nivel más bajo de omega-3 en niños con TDAH. En este mismo sentido se pronunció
el estudio anteriormente citado con el título “Nutritional therapies for
mental disorders” (91), en el que se constató que los pacientes de este
síndrome tienen déficits de vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales
omega-3, por lo que recomendaron su utilización como suplemento.
En un reciente estudio realizado en
Australia el año 2009, por la School of Health Sciences, University of
Wollongong (152), se comprobó que los niños con TDAH, comían la mitad
de pescado, que la media de los niños australianos, según los datos de la Encuesta Nacional
de Nutrición.
Observamos por lo tanto, que las
evidencias de una carencia nutricional de Omega-3 en el TDAH, y por lo tanto su
posible eficacia para prevenir o tratar este síndrome, tienen un buen
fundamento. Sin embargo, en algunos estudios como por ejemplo el publicado por
el Journal of child and
adolescent psychopharmacology el año 2009 (153),
se obtuvieron resultados contradictorios en la utilización de Omega-3 para
mejorar el trastorno, a pesar de que se observaron mejoras. Es decir, tenemos una
incongruencia, ya que por una parte hay unos déficits de Omega-3, comprobados
experimental y epidemiológicamente, y por otro parte tenemos que una
suplementación con Omega-3 da buenos resultados pero son “contradictorios” o
insuficientes. La explicación más plausible es que los diseños experimentales
no eran suficientemente adecuados. En algunos, utilizaron conjuntamente Omega-3
combinados con Omega-6, en otros, la cantidad de Omega-3 administrada solía ser
demasiado baja como para ser significativamente efectiva, y además, el tiempo
de experimentación quizá fue demasiado corto. Evidentemente esta situación
exige seguir investigando. No obstante no podemos dejar de preguntarnos, que si
se han observado algunos beneficios y mejoras, y no se han observado efectos
secundarios negativos ¿por qué no probarlo?
En la anorexia nerviosa
En el Reino Unido se realizó un
estudio aleatoriezado (154) con siete pacientes anoréxicas, en el que se
administró 1gr al día de E-EPA además del tratamiento médico estándar, durante
3 meses. Al cabo de este tiempo, tres se habían recuperado y cuatro habían
mejorado. Concluyeron que el tratamiento con E-EPA era efectivo en este
trastorno.
Hemos visto anteriormente, que el
estudio “Nutritional therapies for mental disorders” de la Global Neuroscience
Iniciative Foundation, de Los
Ángeles (91), también
constató que los pacientes de este trastorno mental tienen déficits de
vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales omega-3, por lo que
recomendaron su utilización como suplemento.
En el Alzheimer y
demencias
Diversos han sugerido la correlación
positiva entre los ácidos grasos omega-3 y algunos tipos de demencia como
Alzheimer (88) (92) (93) (2). Sin embargo, se evidencia que obtener una mejora que
se haga suficientemente patente puede requerir un tratamiento largo en el
tiempo, o simplemente no se observen. En este sentido, al finalizar un estudio
que realizó el Michael Carlisle Centre,
Nether Edge Hospital, administrando
E-EPA durante 12 semanas, no se apreciaron mejoras clínicamente significativas (155).
Este resultado, junto con otro realizado
en el Rush Alzheimer's Disease Center,
en Chicago el año 2003 (156), podrían
indicar que además de requerir un tratamiento largo, es quizá el DHA el que
puede tener una mayor efectividad en esta gravísima enfermedad, ya que llevaron
a cabo un estudio prospectivo de una muestra de 815 pacientes, a los que
siguieron durante 3,9 años. Al cabo de ese tiempo, comprobaron que 131 pacientes
desarrollaron Alzheimer, observando que los participantes que consumían pescado
una vez por semana o más, tenían un 60% menos de riesgo de sufrir la
enfermedad, en comparación con aquellos que nunca o raramente comían pescado. Y
comprobaron además, que esta disminución se relacionaba con el DHA, y no con el
EPA.
En el año 2009, el Dr. Albanese, del King’s College London, publicó en The American Journal of Clinical Nutrition (158), los resultados de una investigación realizada con
más de 15.000 participantes mayores de 65 años, residentes en cinco países de América Latina, China e
India, buscando confirmar la evidencia de la relación entre el consumo de
pescado y el riesgo de demencia. Sus resultados fueron concluyentes, y
confirmaron una reducción del 20% en dicho riesgo.
En el año 2008 se publicó en The Journal of the Alzheimer’s Association, una
investigación realizada por el Department
of Brain and Cognitive Sciences, Massachusetts Institute of Technology, en Cambridge
(157), verificándose
que mediante la ingesta oral de DHA, se conseguía promover la síntesis de
nuevas sinapsis cerebrales que compensaban la característica pérdida sináptica
de los enfermos de Alzheimer ú otras enfermedades neurodegenerativas, y también
de utilidad en casos de lesión vascular o accidente cerebrovascular,
reconociendo no obstante, que a pesar de estos efectos benéficos demostrables,
los mecanismos neuroquímicos que se producían eran aún inciertos.
¿Pero, vamos a esperar a saberlo todo
sobre su funcionamiento para utilizarlo, cuando se ha evidenciado claramente su
beneficio y su carencia de efectos secundarios? ¡Por Dios!
En la enfermedad de
Huntington
Un estudio titulado Ethyl-EPA in Huntington
disease: a double-blind, randomized, placebocontrolled trial, se realizó en
el Hospital de Hammersmith, de Londres
(159), con 7
pacientes hospitalizados por la enfermedad de Huntington en estado
avanzado (grado III). A tres se le administró E-EPA, y a cuatro placebo.
Después de 6 meses, todos los pacientes del grupo E-EPA habían mejorado la escala
UHDRS que se utilizó para valorar su estado, mientras que el grupo placebo la
habían empeorado. Las exploraciones de IRM cerebrales, mostraron la atrofia progresiva
cerebral en el grupo placebo, mientras que en el grupo E-EPA esta
asociación resultó invertida, concluyendo que el E-EPA tiene efectos
benéficos en la enfermedad y cambios verificables en la IRM.
Posteriormente,
en este mismo hospital se llevó a cabo otra investigación (160), realizada con 135 pacientes con enfermedad de
Huntington, en un estudio doble-ciego, en un grupo E-EPA y en el otro placebo.
Un total de 121 pacientes completaron 12 meses. El análisis estadístico no
aportó ninguna diferencia significativa entre el E-EPA y el placebo en la
subescala TMS4 de la escala UHDRS, pero el análisis exploratorio reveló que un
número más alto que el mostrado por la cohorte del protocolo, había
estabilizado o mejorado la función motora, concluyendo que la eficacia
potencial del E-EPA estaba garantizada. En estudios posteriores (161), se ha desarrollado mejor las técnicas de resonancia
magnética para investigar los cambios en la estructura cerebral que se producen
como consecuencia de la intervención de EPA en este tipo de trastornos.
Con el título Ethyl-EPA in Huntington
disease: potentially relevant mechanism of action (162), se publicó un estudio en el Brain research
bulletin, en el que los autores también confirmaron la eficacia del
E-EPA en la enfermedad de Huntington y en la depresión, ya que en sus pruebas
los pacientes habían mejorado los síntomas de la enfermedad. Su eficacia por lo
tanto, es evidente.
En el comportamiento
agresivo y antisocial
El
Laboratorio de Fisiología de la Universidad de Oxford (163), realizó un estudio aleatorio controlado con placebo
y a doble ciego con 231 prisioneros jóvenes adultos, que demostró que la suplementación
de las dietas de los presos con dosis fisiológicas de vitaminas, minerales y ácidos
grasos esenciales, causaba una notable reducción de su comportamiento violento
y antisocial.
Otro trabajo llevado a cabo en Auckland en el año 2004 (18), en el que
se realizó una evaluación dietética de 3581 jóvenes, concluyó que los resultados
sugerían que la alta ingesta de ácidos grasos omega-3, y en especial DHA, puede
ser relacionada con la baja probabilidad de conducta hostil en la edad adulta
del joven. En este mismo sentido se pronunciaron los responsables del estudio
llevado a cabo en Maryland, titulado A replication study of violent and
nonviolent subjects: cerebrospinal fluid metabolites of serotonin and dopamine
are predicted by plasma essential fatty acids (164), pero manifestando que a pesar de las evidencias
positivas, era necesario investigar mejor si los ácidos grasos omega-3 pueden
influir en el sistema nervioso central y en la neurotransmisión, relacionada
con los comportamientos impulsivos y violentos, así como en el suicidio.
Los conocimientos actuales permiten contestar
afirmativamente a la pregunta formulada por estos científicos, y aunque
evidentemente, las investigaciones nunca sobran, y si pueden aportar más luz a
nuestro conocimiento, tanto mejor, las evidencias de los resultados positivos,
aunque sean pocos, y la certeza de que los Omega-3 mejoran la neurotransmisión,
constituyen una realidad que se puede aprovechar sin más dilación, para mejorar
estos trastornos a corto y a largo plazo, y disminuir sus importantes consecuencias.
En el síndrome de fatiga
crónica
La Clinical Research
Center for Mental Health, de
Antwerp (165), analizó los niveles de ácidos grasos omega-3 en
plasma de 22 pacientes de síndrome de fatiga crónica –CFS-, en un estudio
realizado en el año 2005. Comprobaron que los niveles de omega-3 -EPA y DHA-
eran más bajos que en las personas no enfermas. Asimismo observaron, que el
balance omega-6/3 era claramente negativo, ya que los niveles de omega-6 estaban
aumentados, así como los niveles de ácido araquidónico y de ácidos grasos saturados. Estos hallazgos
se correlacionaron con la severidad del CFS, y con una insuficiente activación
de las células T. Los investigadores sugirieron que estos enfermos pueden responder
favorablemente al tratamiento con omega-3.
Por su parte, el hospital de Hammersmith,
en Londres (161), ha ido
desarrollando las técnicas de resonancia magnética, para verificar los cambios cerebrales
que se producen como consecuencia de la intervención de los Omega-3 en este tipo de trastornos.
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